jueves, 19 de noviembre de 2009







PREMIO NOBEL DE ECOLOGIA ES MEXICANO
Pocos lo saben, pero existe un premio tipo "Nobel" de Ecología. Este año lo ha ganado Jesús León Santos, de 42 años, un campesino indígena mexicano que ha estado realizando, en los últimos 25 años, un excepcional trabajo de reforestación en su región de Oaxaca, México.
El "Premio Ambiental Goldman" fue creado en 1990 por dos generosos filántropos y activistas cívicos estadounidenses Richard N. Goldman y su esposa Rhoda H. Goldman. Consta de una dotación de 150.000 USD ($2,154,000 M.N.) y se entrega cada año, en abril, en la ciudad de San Francisco, California (EstadosUnidos). Hasta ahora ha sido otorgado a defensores del medioambiente de 72 países. En 1991, lo ganó la africana Wangari Maathai, quien luego obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2004.
A Jesús León Santos se lo han dado porque, cuando tenía 18 años, decidió cambiar el paisaje donde vivía en la Mixteca alta, la "tierra del sol". Aquello parecía un panorama lunar: campos yermos y polvorientos, desprovistos de arboleda, sin agua y sin frutos. Había que recorrer grandes distancias en busca de agua y de leña. Casi todos los jóvenes emigraban para nunca regresar, huyendo de semejantes páramos y de esa vida tan dura. Con otros comuneros del lugar, Jesús León se fijó el objetivo de reverdecer los campos. Y decidió recurrir a unas técnicas agrícolas precolombinas que le enseñaron unos indígenas guatemaltecos para convertir tierras áridas en zonas de cultivo y arboladas. ¿Cómo llevar el proyecto a cabo? Haciendo revivir una herramienta indígena también olvidada: El tequio, el trabajo comunitario no remunerado. Reunió a unas 400 familias de 12 municipios, creó el Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca (Cedicam), y juntos, con recursos económicos limitadísimos, se lanzaron en la gran batalla contra la principal culpable del deterioro: la erosión. En esa región mixteca existen más de 50.000 hectáreas que han perdido cinco metros de altura de suelo desde el siglo XVI. La cría intensiva de cabras, el sobrepastoreo y la industria de producción de cal que estableciól a Colonia deterioraron la zona. El uso del arado de hierro y la talaintensiva de árboles para la construcción de los imponentes templos dominicos contribuyeron definitivamente a la desertificación. Jesús León y sus amigos impulsaron un programa de reforestación. A pico y pala cavaron zanjas-trincheras para retener el agua de las escasas lluvias, sembraron árboles en pequeños viveros, trajeron abono y plantaron barreras vivas para impedir la huida de la tierra fértil. Todo eso favoreció la recarga del acuífero. Luego, en un esfuerzo titánico, plantaron alrededor de cuatro millones de árboles de especies nativas, aclimatadas al calor y sobrias en la absorción de agua. Después se fijaron la meta de conseguir, para las comunidades indígenas y campesinas, la soberanía alimentaria. Desarrollaron un sistema de agricultura sostenible y orgánica, sin uso de pesticidas, gracias al rescate y conservación de las semillas nativas del maíz, cereal originario de esta región.Sembrando sobre todo una variedad muy propia de la zona, el cajete, que esde las más resistentes a la sequía. Se planta entre febrero y marzo, que es allí la época mas seca del año, con muy poca humedad en el suelo, pero cuando llegan las lluvias crecerá rápidamente.
Al cabo de un cuarto de siglo, el milagro se ha producido. Hoy la Mixteca alta esta restaurada. Ha vuelto a reverdecer. Han surgido manantiales con más agua. Hay árboles y alimentos. Y la gente ya no emigra. Actualmente, Jesús León y sus amigos luchan contra los transgénicos, y siembran unos 200.000 árboles anuales. Cada día hacen retroceder la línea de la desertificación. Con la madera de los árboles se ha podido rescatar una actividad artesanal que estaba desapareciendo: la elaboración, en talleres familiares, de yugos de madera y utensilios de uso corriente. Además, se han enterrado en lugares estratégicos cisternas de ferrocemento, de más de 10.000 litros de capacidad, que también recogen el agua de lluvia para el riego de invernaderos familiares orgánicos.
El ejemplo de Jesús León es ahora imitado por varias comunidades vecinas, que también han creado viveros comunitarios y organizan temporalmente plantaciones masivas.

martes, 17 de noviembre de 2009


ACTIVIDAD 26. El surgimiento de una nueva Nación

Indicaciones:


  • Acceder al siguiente link:

http://www.radiounam.unam.mx/site/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=34&Itemid=30&limitstart=35

  • Dar click al audio con fecha 27 de febrero del 2009 (entrevista al DR. Orozco sobre su libro "Erase una vez una utopía").

  • Realiza un ensayo (ver guía didáctica) que dé respuesta a la pregunta:
¿Cómo nos volvimos occidentales?


  • Considera todos los temas que hemos visto en el curso.

  • Pon un título propio.

jueves, 5 de noviembre de 2009

miércoles, 4 de noviembre de 2009

martes, 20 de octubre de 2009

LA ÉPOCA DE LOS DESCUBRIMIENTOS




“Hay muchos tipos de mapas: mapas que tratan de representar la Tierra de acuerdo con principios matemáticos; diagramas simplificados y representaciones de paisajes mencionados en historias y canciones.
Pero todos los mapas, hasta los más científicos, implican cierto grado de imagi­nación. Los cartógrafos dibujan un país rosado, otro amarillo. Arrojaron una red sobre el mundo y llamaron a sus líneas latitud y longitud. Hoy, los cartógrafos están tratando de descubrir y dar nombre a otros planetas y sistemas solares. De allí que los mapas sean más que instrumentos para mostrar las líneas alrededor de tu propiedad o tu país. Los mapas dan nombres públicos a regiones que son misteriosas. Dan la sensación de que hay una ruta de Aquí hacia Allá (aunque Allá esté en el espacio exterior o en nuestra propia imaginación). Los mapas son otra forma de relatar historias.”
(Val Ross, El asombroso camino de los mapas, Tundra Books, Toronto, 2005)




ACTIVIDAD: La escritora Val Ross afirma: “Los mapas son otra forma de relatar historias”: *

1. ¿Qué historia nos relata el mapa aquí presentado titulado “The Age of discovery, 1340-1600”?; recréate en él y escribe algo acerca de la Era de los descubrimientos geográficos.

2. Sube la actividad al blog.


*Recuerdemos que el ser humano se explica su entorno y existencia creando y utilizando símbolos que representan algo. Así como al dibujar un árbol --que no es un árbol real--estamos solo representando una parte de la realidad, así los mapas no son la tierra, el mar o el espacio en sí, sino más bien sus representaciones. De igual forma, las rutas trazadas en dichos mapas son símbolos cargados de significado. Nos dicen algo de la historia de Occidente. ¿Qué te dice este mapa a ti?





lunes, 19 de octubre de 2009

martes, 13 de octubre de 2009

Entrevista imaginaria a Pieter Bruegel el Viejo





—En su obra podemos ver que su temática se centra en la vida de las aldeas o villorrios, en las vivencias de los campesinos. ¿Podríamos afirmar que usted es uno de esos personajes que pinta, es decir, que es usted gente de pueblo?
-Nada más erróneo. ¿Por qué piensa la gente que por pintar escenas de campesinos yo fui campesino? Soy como muchos artistas que han vivido en la ciudad pero que se ven atraídos por la vida rural.

—Y ¿por qué su interés por la vida rural si no comparte nada con ellos?
Mi actitud frente a la vida rústica, es decir, mi interés por retratar su cotidianidad, se debe a mi interés por la psicología del ser humano. Me explicaré. Es en la vida del campo donde la naturaleza humano se advierte con menor disimulo, libre de barniz artificioso y convencional, que en la vida y costumbres de los caballeros y gente rica pueden mostrar en sus retratos donde poco se puede ver, ya que son poses que esconden la verdadera esencia humana.

— ¿O sea que cuando los artistas quieren poner de manifiesto la insensatez de la condición humana, acostumbran a poner un modelo de la vida popular, como usted lo hizo al pintar “Los proverbios neerlandeses”?
—Así es. Pero no sólo retrato la insensatez humana con escenas cotidianas. También he pintado cuadros de desastres provocados por la guerra. Uno de ellos es el que titulé “El triunfo de la Muerte” que pinté en 1562. Ahí se pueden ver todos los horrores de la guerra, los homicidios y la violencia y el exterminio de todo lo viviente.

—Sí, conocemos esa obra suya, da una impresión de un terror sin fin. ¿De alguna manera podríamos afirmar que nos revela aquí con mucha intensidad los abismos de su época?
—Sí efectivamente, he vivido hambres, guerras y saqueos: la gran lucha contra Francia (1556-59), la guerra por la libertad de los Países Bajos (declarada precisamente en 1568), la agitación provocada por la Reforma religiosa de Martín Lutero, la lucha de las imágenes, la ejecución de los Condes Egmont y Hoorn, y finalmente la insurrección de las siete provincias holandesas. En pocas palabras, me tocó vivir el periodo más difícil y controvertido de la historia Flamenca. Muy, muy difícil…

—En su obra también se ven paisajes de otras latitudes. ¿Acaso estuvo en la Italia renacentista y qué efectos tuvieron sus viajes de los cuales se sabe muy poco?
—Antes que nada haré una aclaración: para la época en que viajé a Italia, (1550) los grandes pintores del Renacimiento habían ya muerto (Leonardo, en 1519; Rafael, en 1509; Botticelli, en 1510; Piero della Francesca, en 1492). De todas formas mi viaje fue muy fructífero ya que a mi regreso a mi patria, Holanda, cuatro años después, tuve mi mejor época como pintor. Sin embargo, mi mejor aprendizaje no fue en lo referente al estilo de pintar –mi estilo siempre ha sido único—, sino que gracias a la estrecha vinculación que tuve con el mundo humanista que tuvo sus gérmenes en el movimiento renacentista, pude ver con otros ojos. A esa experiencia se debe mi rica fantasía, mi profunda humanidad. Así nacieron mis cuadros de temas sacros, las alegres escenas inspiradas en la vida y fiestas campesinas. Imágenes que sigo conservando en mi memoria y con las cuales quisiera marcharme de este mundo. Porque la vida a pesar de todo tiene su parte bonita.


lunes, 12 de octubre de 2009

viernes, 2 de octubre de 2009

2 de Octubre no se olvida


"La violencia es el miedo a los ideales de los demás"

Mahatma Gandhi

miércoles, 30 de septiembre de 2009

La cultura árabe


La Cultura árabe

por Sofía Maaroufi*


Cuando hablamos de cultura árabe, hablamos de la historia de una tierra común a varios grupos al largo del tiempo, y que fue conquistada por los árabes.

Significado de la cultura

A cada sociedad corresponde una cultura. Así se sucedieron varias culturas que marcaron el tiempo (cultura romana, griega, helénica, india, faraónica, persa etc.). Del siglo VII al siglo XV, los árabes dominaron en todos los ámbitos (ciencias, filosofía, literatura). Durante estos ocho siglos, nunca fue puesta en duda la excelencia árabe. El origen etimológico de la palabra cultura en árabe es muy antigua. Significaba el arte de desarrollar el sentido de la lógica y el espíritu. Hoy en día, la cultura significa la elevación intelectual y social de los individuos y de las comunidades. A parte de representar el sincretismo de ideas, representa generalmente una ética del comportamiento y una moral que dictan el modo de vida de una sociedad. En resumen, la cultura es la síntesis de creencias, valores, idiomas, leyes, comportamientos y experiencias de una comunidad que le permite diferenciarse de otras.

Dos elementos fundamentales de la cultura arabo-islámica son la invariabilidades de sus fuentes absolutas y la abertura al cambio. Esta ultima se manifiesta en la riqueza y la diversidad de la actividad jurisprudencial musulmana. En este sentido, la expresión de « opinión diferente » es muy conocida de los musulmanes. La irreductibilidad de la cultura arabo-islámica está vinculada a la esencia del Islam que consiste tanto en la religión como en el modo de vida a adoptar. De este modo, el Islam se considera universal, completo, justo, realista, objetivo y diverso en la unidad[1].

La cultura arabo-islámica es muy diferente de los otros modelos culturales por su exclusividad. Por un lado, esta cultura tiene su origen en los valores del Islam que se encuentran en el Corán, el idioma árabe, y la jurisprudencia de los Ulemas (teólogos musulmanes). Por su parte, la cultura occidental está fundada en el pensamiento griego, las leyes romanas y el credo cristiano. Otro rasgo muy importante de la cultura árabo-islámica es el hecho de haber logrado el equilibro entre lo racional y lo espiritual.


Tradiciones y costumbres árabes

Teniendo claros los orígenes de la cultura arabo-islámica, hablaremos aquí de varios códigos culturales que caracterizan a los musulmanes de los países árabes. Obviamente se trata de patrones culturales generales que no se respetan en su totalidad, pero que reflejan la esencia de un mode de vida árabe.

El cuerpo.

La obsesión por la higiene corporal se remonta a tiempos mesopotánicos y egipcios donde se relacionaron las enfermedades con la suciedad. Se asocia la limpieza física con la pureza espiritual, como si la primera tuviera un efecto directo en el comportamiento. Así, a falta de agua limpia, se puede usar arena o piedras para lavarse. Como el agua no debe de tocar el cuerpo dos veces, las tinas casi no se usan y se privilegia la ducha simple. De este código cultural nacen los tradicionales hammams (saunas públicos) que se convirtieron en rituales familiares. De este modo, según el horario dividido por sexo, se juntan las personas para disfrutar de un sauna, exfoliación corporal y baño de aguas calientes (únicamente después de la limpieza completa). De esta misma manera, es una costumbre establecida la de ofrecer la posibilidad de lavar a un invitado. Hoy en día se propone al invitado que pase a ducharse sí lo desea, pero antiguamente era un ritual donde los anfitriones lavaban la cara, las manos y los pies del invitado. Es muy común en árabe referirse a los sanitarios como «la casa del agua» o «el lugar de descanso». La limpieza corporal se hace normalmente con la mano izquierda. Por esto solo se usa la mano derecha para comer.

Esta noción de limpieza corporal hace referencia a las abluciones, o purificaciones rituales que se ejecutan antes de un acto religioso. Como los musulmanes oran cinco veces al día, las abluciones son parte de lo cotidiano. Consistan en lavarse las manos, cabeza, boca y pies.

Las mujeres árabes dan una gran importancia a la estética y a los cuidados corporales. Para la depilación, preparan una masa hecha de azúcar y agua, y para perfumarse, usan agua de flor de naranja o agua de rosa (azahar). Los aceites de todo tipo son usados tanto por los hombres como por las mujeres para cuidar la piel. En Marruecos, se usa el aceite de argano para suavisar la piel después de bañarse.

El maquillaje femenino siempre fue tolerado en las sociedades islámicas y es además signo de minuciosidad. Las mujeres suelen delienarse los ojos con khol (polvo mineral mezclado con agua) y tatuarse con henna (hojas de una planta que deja un color rojo oscuro en la piel). En ocasiones especiales como una boda, las mujeres se reunen en una casa y se decoran las manos y los pies con diseños florales o tradicionales con henna. Tiene un significado de suerte y de felicidad. En este sentido, se tatúan también las manos y los pies los niños un día antes del ritual de la circuncisión como una forma de bendición.

En resumen, la estética y el higiene corporal se consideran como unos cumplidos hacia los otros. Es parte de la educción desde la infancia.


Convivencia.

La avaricia es el peor defecto para los árabes. En este sentido, suele no hablar de sus finanzas en público. Por otro lado, la generosidad es la virtud suprema. Dar lo mejor a sus invitados es natural, aun si implica privaciones. Podríamos decir que para los árabes, uno es rico por lo que da. Por ello, apegarse a los objetos es muy mal visto. En este sentido, no es conveniente glorificar de manera exagerada a alguien o algo. Entre más discreto es un elogio, mejor será recibido. Por ello, si está de visita en casa de alguien, suele no admirar en voz alta un objeto porque el anfitrión se sentirá obligado a ofrecerlo. Durante mucho tiempo, muchas cosas (agua, tierras, herramientas) eran de uso común a una tribu, un grupo familiar o una vecindad. La ropa y las joyas se prestaban para eventos especiales. Hoy en día, se conserva esta tradición de compartir. Un buen ejemplo es la boda. Representa el día más importante en la vida de una mujer (para los hombres es la circuncisión que ya mencionamos). Durante la fiesta que puede durar hasta tres días, la novia usara hasta diez vestidos diferentes, los cuales no comprará. Se contratará a una Ngefa (o casamentera) que lleva sus propios vestidos y joyas, y ella se encarga de arreglar y cambiar a la novia a lo largo de la fiesta. Otro ejemplo es la comida. No se come en público si no se puede compartir. Además, una costumbre árabe relacionada con la comida es la de siempre poner unos cubiertos de más en la mesa, en el caso de que llegara alguien a comer. También, el anfitrión suele seguir comiendo hasta que terminen sus invitados. De esta forma, los invitados no se sentirán apresurados para terminar. Recibir alguien con demasiado lujos no es conveniente porque demuestra al invitado que es extraño y es una forma de humillarlo. Todo está en la medida. La hospitalidad escandalosa es reprimida porque es una forma de dominación. De este modo, los enemigos serán recibidos como reyes para humillarlos. Como vemos, la generosidad es un valor muy importante para los árabes. Hay un dicho que dice que « el hombre más virtuoso es el que su mujer no tiene que abrir la boca ». Es decir que es un hombre muy detallista que piensa en todo lo que le podría hacer falta a su mujer, así que ella no necesita pedirle nada.


[1] La stratégie culturelle du Monde islamique, Organisation islamique pour l’Education, les Sciences et la Culture
-ISESCO-, 1997 En linea http://www.isesco.org.ma/index.php


*Graduada en Estudios Migratorios en la Universidad de Montreal

viernes, 25 de septiembre de 2009

jueves, 17 de septiembre de 2009

El recuerdo del oso olvidado




Siempre tenemos un recuerdo más grabado que otros. ¿Será porque hay algo de misterioso en él? Los psicoanalistas piensan que sí, y que mientras no se resuelva el misterio nos perseguirá tal reminiscencia.

Cierta noche dos de mis tías nos llevaron a mis hermanas y a mí a un parque muy cercano a mi casa. Tenía como 3 ó 4 años de edad. Ya de regreso por el camino, una de las tías se percató de que habíamos olvidado el oso de peluche de una de mis hermanas; cuando regresamos al arriate donde habíamos estado jugando ya no estaba, para mí fue algo sorprendente, no cabía en mi entendimiento quién había podido llevarse el oso en un lapso tan corto. La oscuridad del lugar le ponía al suceso un velo de misterio.

Tal vez sea éste uno de los recuerdos más antiguos que conservo. La imagen de la alameda de noche poco iluminada hirió mis sentidos: en aquél entonces la visualicé totalmente solitaria e inmensa, de la misma manera en que los infantes aprecian las dimensiones de los espacios haciéndolas aún más grandes de lo que en verdad son, al grado de que cuando crecemos se encogen y decimos asombrados “yo lo veía más grande”; así, la Alameda de Santa María me parecía colosal.

Exagerar mi percepción del lugar en cuestión no impidió que a lo largo de mis 24 años que viví cerca de ahí, se fuera forjando una relación entrañable con ese parque. Ir a la Alameda era el paseo obligado con mi papá los domingos, él se sentaba en una banquita a leer el periódico, mientras mis hermanas y yo jugábamos a su alrededor.

Sería falso afirmar que por aquellos años me sentía feliz: la melancolía siempre fue mi acompañante; sin embargo, sí puedo decir que con el tiempo fue convirtiéndose ese sitio en un símbolo de mi niñez, que buena o mala, representaba algo esencial para mí cumpliendo la sentencia de Freud: “infancia es destino”.

Ahí, en ese Alameda transcurrió mi niñez dotando de referentes y significados a mi forma de ver la vida a la forma de interrelacionarme con los demás a la manera de tomar decisiones a la hora de elegir. Ahí veo al hombre que mientras esperábamos cruzar la calle, me tomaba de la mano. Y divisaba el kiosco morisco imponente. Y siempre el recuerdo del osito.



Llegando a la adolescencia y con la influencia de la sociedad que con su presión* te hace creer ser lo que en verdad no eres, le di la espalda a mi colonia, que cada vez más tomaba rasgos de barrio popular: como toda adolescente quería ser parte de una elite, pero esto duró poco por fortuna: “… la madurez va ganando paulatinamente la batalla”. Un tarde, regresando de la universidad caminando por la calle principal de la colonia donde estaba el edificio donde vivía, me embargó un sentimiento de orgullo por mis padres, por mi colonia, mi familia, orgullo de mi niñez, nada le faltaba nada le sobraba, simplemente porque así había sido; fue el momento que Arnulfo Herrera llamaría “reconciliación con el mundo adulto, la reconciliación de nuestro pasado, de nuestro Yo en toda su integridad”.

De esta forma experimenté el sentimiento de patria que el mismo Herrera define como:

(…) un reflejo de nosotros mismos. Un reflejo que nos defiende de la soledad. Como si al colocarnos frente al espejo pidiéramos ver, de golpe, no solo nuestra imagen de individuos, sino también la imagen de nuestros antepasados y la de nuestros descendientes y la de todos los seres próximos junto a los cuales crecimos y de quienes llevamos algo apenas perceptibles (…). Irrumpe entonces, en la conciencia, la fuerza de ese amor a la colectividad y a los lugares que conforman en escenario de la patria intima.

era el reencuentro con mi colonia, mi Alameda con su Kiosco morisco donde tantas veces jugué viviendo momentos en los que no hay ni pasado ni futuro y apreciamos y valoramos el presente en toda su dimensión. Estaba precisamente en el “escenario de la patria misma”.

No fue casual que al explorar mi faceta artística y tener el lienzo frente de mí haya decidido pintar La Alameda de Santa María la Ribera, o más bien la representación de la alameda que me hice, donde el oso le dio título a la obra. Desde luego que ahí descubrí que no estaba dotada para las artes plásticas, pero ¡qué importaba eso, si a través de mi pintura había plasmado el símbolo de mi identidad, de mi colectividad! Me había mirado en el espejo donde me vi a mí misma y a todos los que me habían acompañado en la conformación de mi biografía.

Los lugares donde crecimos y a los cuales amamos por habernos dado el referente “yo y el mundo exterior”, es el mundo social, que intentamos descifrar e interpretar en nuestra vida cotidiana en el mundo intersubjetivo, dándonos así la posibilidad de integrarnos a la colectividad y a su cultura con su universo simbólico y tener un sentido de pertenencia; de la misma forma ese mundo se ensancha hasta conformar un realidad más grande llamada México.

Ha pasado tanto tiempo después del suceso del oso, que dudo si haya sido cierto lo que he relatado, aún me queda el sentimiento de no tener una explicación que me satisfaga sobre el porqué no estaba el osos ahí, pues éramos las únicas personas en el parque, además el sitio no estaba bien alumbrado como para que lo hubiese podido distinguir alguien más; por otro lado, el tiempo que tardamos en regresar para recuperarlo fue en realidad muy corto. Y es extraño, pero cuando les he preguntado a mis tías y hermanas del suceso traumático, me dice, “¡De verás?, no me acuerdo”, o “creo que sí, pero no me acuerdo muy bien”. ¿Por qué en cambio yo si me acuerdo?, la respuesta es que cada quien vive las cosas de manera muy diferente, le damos el significado a las cosas y a los hechos de acuerdo a nuestra subjetividad. Y tratándose de la capacidad fantasiosa de los niños y niñas, creo que hasta bien pude haber inventado esa historia del oso, al menos tal cual la recuerdo. Hay algo ahí que no he podido descifrar.

Creo que lo mejor es pensar que el Dios Pan, que habita en los jardines, bosques y matorrales, se llevó aquel oso de peluche para obsequiarlo a alguna de las ninfas que moran ahí y llamar su atención. Esta explicación me deja más convencida y tal vez ya deje por la paz ese recuerdo..



*La presión hace que cambiemos muchas cosas en nuestras vidas, desde la manera de vestir, los gustos de música, las amistades con las que convivimos, etc. (Ver dave, Ensayo Identidad y Cultura, Turismo Sustentable, U Caribe, Cancún Quintana Roo)





El recuerdo del oso olvidado

Siempre tenemos un recuerdo más grabado que otros. ¿Será porque hay algo de misterioso en él? Los psicoanalistas piensan que sí, y que mientras no se resuelva el misterio nos perseguirá tal reminiscencia.

Cierta noche dos de mis tías nos llevaron a mis hermanas y a mí a un parque muy cercano a mi casa. Tenía como 3 ó 4 años de edad. Ya de regreso por el camino, una de las tías se percató de que habíamos olvidado el oso de peluche de una de mis hermanas; cuando regresamos al arriate donde habíamos estado jugando ya no estaba, para mí fue algo sorprendente, no cabía en mi entendimiento quién había podido llevarse el oso en un lapso tan corto. La oscuridad del lugar le ponía al suceso un velo de misterio.

Tal vez sea éste uno de los recuerdos más antiguos que conservo. La imagen de la alameda de noche poco iluminada hirió mis sentidos: en aquél entonces la visualicé totalmente solitaria e inmensa, de la misma manera en que los infantes aprecian las dimensiones de los espacios haciéndolas aún más grandes de lo que en verdad son, al grado de que cuando crecemos se encogen y decimos asombrados “yo lo veía más grande”; así, la Alameda de Santa María me parecía colosal.

Exagerar mi percepción del lugar en cuestión no impidió que a lo largo de mis 24 años que viví cerca de ahí, se fuera forjando una relación entrañable con ese parque. Ir a la Alameda era el paseo obligado con mi papá los domingos, él se sentaba en una banquita a leer el periódico, mientras mis hermanas y yo jugábamos a su alrededor.

Sería falso afirmar que por aquellos años me sentía feliz: la melancolía siempre fue mi acompañante; sin embargo, sí puedo decir que con el tiempo fue convirtiéndose ese sitio en un símbolo de mi niñez, que buena o mala, representaba algo esencial para mí cumpliendo la sentencia de Freud: “infancia es destino”.

Ahí, en ese Alameda transcurrió mi niñez dotando de referentes y significados a mi forma de ver la vida a la forma de interrelacionarme con los demás a la manera de tomar decisiones a la hora de elegir. Ahí veo al hombre que mientras esperábamos cruzar la calle, me tomaba de la mano. Y divisaba el kiosco morisco imponente. Y siempre el recuerdo del osito.

Llegando a la adolescencia y con la influencia de la sociedad que con su presión* te hace creer ser lo que en verdad no eres, le di la espalda a mi colonia, que cada vez más tomaba rasgos de barrio popular: como toda adolescente quería ser parte de una elite, pero esto duró poco por fortuna: “… la madurez va ganando paulatinamente la batalla”. Un tarde, regresando de la universidad caminando por la calle principal de la colonia donde estaba el edificio donde vivía, me embargó un sentimiento de orgullo por mis padres, por mi colonia, mi familia, orgullo de mi niñez, nada le faltaba nada le sobraba, simplemente porque así había sido; fue el momento que Arnulfo Herrera llamaría “reconciliación con el mundo adulto, la reconciliación de nuestro pasado, de nuestro Yo en toda su integridad”.

De esta forma experimenté el sentimiento de patria que el mismo Herrera define como:

(…) un reflejo de nosotros mismos. Un reflejo que nos defiende de la soledad. Como si al colocarnos frente al espejo pidiéramos ver, de golpe, no solo nuestra imagen de individuos, sino también la imagen de nuestros antepasados y la de nuestros descendientes y la de todos los seres próximos junto a los cuales crecimos y de quienes llevamos algo apenas perceptibles (…). Irrumpe entonces, en la conciencia, la fuerza de ese amor a la colectividad y a los lugares que conforman en escenario de la patria intima.

era el reencuentro con mi colonia, mi Alameda con su Kiosco morisco donde tantas veces jugué viviendo momentos en los que no hay ni pasado ni futuro y apreciamos y valoramos el presente en toda su dimensión. Estaba precisamente en el “escenario de la patria misma”.

No fue casual que al explorar mi faceta artística y tener el lienzo frente de mí haya decidido pintar La Alameda de Santa María la Ribera, o más bien la representación de la alameda que me hice, donde el oso le dio título a la obra. Desde luego que ahí descubrí que no estaba dotada para las artes plásticas, pero ¡qué importaba eso, si a través de mi pintura había plasmado el símbolo de mi identidad, de mi colectividad! Me había mirado en el espejo donde me vi a mí misma y a todos los que me habían acompañado en la conformación de mi biografía.

Los lugares donde crecimos y a los cuales amamos por habernos dado el referente “yo y el mundo exterior”, es el mundo social, que intentamos descifrar e interpretar en nuestra vida cotidiana en el mundo intersubjetivo, dándonos así la posibilidad de integrarnos a la colectividad y a su cultura con su universo simbólico y tener un sentido de pertenencia; de la misma forma ese mundo se ensancha hasta conformar un realidad más grande llamada México.

Ha pasado tanto tiempo después del suceso del oso, que dudo si haya sido cierto lo que he relatado, aún me queda el sentimiento de no tener una explicación que me satisfaga sobre el porqué no estaba el osos ahí, pues éramos las únicas personas en el parque, además el sitio no estaba bien alumbrado como para que lo hubiese podido distinguir alguien más; por otro lado, el tiempo que tardamos en regresar para recuperarlo fue en realidad muy corto. Y es extraño, pero cuando les he preguntado a mis tías y hermanas del suceso traumático, me dice, “¡De verás?, no me acuerdo”, o “creo que sí, pero no me acuerdo muy bien”. ¿Por qué en cambio yo si me acuerdo?, la respuesta es que cada quien vive las cosas de manera muy diferente, le damos el significado a las cosas y a los hechos de acuerdo a nuestra subjetividad. Y tratándose de la capacidad fantasiosa de los niños y niñas, creo que hasta bien pude haber inventado esa historia del oso, al menos tal cual la recuerdo. Hay algo ahí que no he podido descifrar.

Creo que lo mejor es pensar que el Dios Pan, que habita en los jardines, bosques y matorrales, se llevó aquel oso de peluche para obsequiarlo a alguna de las ninfas que moran ahí y llamar su atención. Esta explicación me deja más convencida y tal vez ya deje por la paz ese recuerdo..



*La presión hace que cambiemos muchas cosas en nuestras vidas, desde la manera de vestir, los gustos de música, las amistades con las que convivimos, etc. (Ver dave, Ensayo Identidad y Cultura, Turismo Sustentable, U Caribe, Cancún Quintana Roo)

martes, 8 de septiembre de 2009

El amor a la patria


El amor a la Patria
Arnulfo Herrera.
Síntesis y comentarios.

Arnulfo Herrera hace un escudriñamiento sobre el significado de Patria. Antes de decirnos algo sobre esto, nos explica qué no es la Patria, para finalizar diciendo lo que a su aparecer simboliza este concepto tan abstracto.

La patria para AH no es la entidad del mapa que los novohispanos veían asemejando su contorno a una cornucopia.[i]

Tampoco es el ámbito geográfico-político que proclamaban los liberales decimonónicos, la Patria de la historia oficial. Tampoco patria es—nos dice Herrera-- una comunidad imaginaria donde todos somos iguales ante la ley, con los mismos derechos y obligaciones; ni tampoco es el ente abstracto e intangible que fomenta el civismo escolar con “las amargas ceremonia de los lunes”.

En realidad –afirma AH—se trata de una patria más íntima. La patria que conforma nuestro pasado y reencontramos en las conversaciones de nuestra generación; pronunciación de las expresiones familiares, la que reconocemos en un paisaje que se parece al que mirábamos desde la ventana de nuestra casa materna.
Herrera nos habla de esa Patria que percibimos en lo más cotidiano… en fin, algo más entrañable y la espontánea que la ofrecida en los símbolos convencionales, el mapa el escudo, la bandera, el himno, la virgen de Guadalupe.

AH ve a la Patria como un sentimiento como un reflejo de nosotros mismos, pero también un reflejo de nuestros antepasados, o simplemente de todas las personas junto a las cuales crecimos.

Llega a la conciencia entonces la fuerza de amor a la colectividad y a los lugares que conforman el escenario de la Patria íntima, dice AH.

“Desde niños nos entrenamos en la permanencia a una colectividad, nos sentimos amparados por la familia, por el equipo de futbol, por el grupo de amigos que viven en la misma calle, por la camaradería del barrio, por la filiación a nuestro grupo escolar, gritamos una porra por la escuela que participa en diferentes torneos, y así la experiencia colectiva se va ensanchando hasta configurar aquella imprecisión que llamamos Patria.
Tal vez más adelante, el egoísmo de la adolescencia nos lleve a poner en duda los valores que nos inspiraron esas colectividades. Plenos de energía, el horizonte que se eleva entonces ante nuestros ojos hizo que cambiáramos la seguridad familiar por el llamado de la aventura que ofrecía la aventura de la calle. Se trata, lo sabemos, de un estado pasajero.
La recuperación con el mundo adulto es también la recuperación de nuestro pasado, de nuestro Yo en toda su integridad”.
A veces recitamos un espejo para revalorarnos y no es esto un acto de narcisismo –nos dice el autor comentado--, al ver nuestra imagen nos rescatamos del vacío que a veces sentimos por las situaciones difíciles por las que atravesamos. Arnulfo Herrera toma el ejemplo la historia del personaje mitológico Polifemo, el cíclope, que al ser despreciado pro la ninfa Galatea por feo, se sume en la contemplación de su imagen, pero no ve a un hombre despreciable sino a un ser con muchas virtudes. Tratando de recobrar su autoestima.

Herrera continúa y nos dice: “Hay otro tipo de espejos que son capaces de devolvernos una imagen mucho más profunda de nosotros mismos que comprende toda la estructura de nuestra personalidad… Es aquella imagen que lleva consigo la remembranza de nuestros ascendentes.

AH nos ejemplifica esto con una escena de la película El Rey león (Walt Disney Pictures, 1994:

"Ha transcurrido ya un buen tiempo desde que el pequeño león Simba llegó con Timón, la comadreja, y Pumbaa, el puerco espín. Iba huyendo de las hienas, de su tío Scar y, sobre todo, de su propio remordimiento por la muerte del rey Mufasa, su padre, en una terrible estampida.

La comadreja y el jabalí acogieron al cachorro en natural hábitat, le enseñaron los secretos de una vida despreocupada ("hakuna matata"), fácil e irrespon­sable. Sumergido en los placeres sencillos de aquel paraíso selvático pero degradado por el abandono de su dieta natural y por el olvido de su condición leonina, Simba permanece aletargado en el ejercicio de una felicidad poco decorosa; aquella de los desharrapados, los tunantes y demás canalla que no alcanza a vislumbrar la existencia de otra forma de vida menos indigna y por eso se ufanan de su condición miserable. Algo, sin embargo, rompe con el encanto de esta cotidianeidad de filósofos cínicos (y "peripatéticos") que habían alcanzado Simba y sus contlapaches: el inesperado encuentro con Nala, amiga de la infancia del joven león, que ha salido en busca de ayuda para la manada, pues el usurpador Scar era incapaz de conducir el reino y librar al hábitat de la devastación ocasionada por las malas costumbres de las hienas. Repuesta de su asombro inicial (del mismo modo que todos en su familia, ella lo creía muerto) y luego de un tierno reconocimiento, Nala le recuerda a Simba sus reales deberes para con la manada, así como el llanto de Sarabi -su madre- por el hijo y el marido perdidos en la estampida y trata de que éste asuma su identidad de príncipe heredero. El león se niega rotundamente a dejar la vida disipada, pero no puede evitar la crisis que le produce aquel encuentro. Apartado de sus amigos y de Nala, mirando el cielo de la noche, recuerda que su padre le dijo una vez que siempre estarían juntos porque, como sus antepasados, él lo estaría mirando desde las estrellas para guiarlo:

-Los grandes reyes del pasado nos miran desde las, estrellas. Ellos estarán siempre ahí para guiarte... y yo también.

Pero no era cierto porque en ese momento que tanto lo necesitaba no podía sentir su presencia en el cielo. Y la culpa de todo, sin duda, la tenía él, Simba, por haberle ocasionado la muerte.

Lo que sigue es la parte del film que nos interesa para hablar del espejo. Rafiki, el sumo sacerdote y cronista del reino; un simio sin edad pero presumiblemente cargado con la sabiduría de los viejos consejeros, había oteado en el viento que Simba vivía aún, que ya era un león fuerte y que podía salvarlos a todos de las ruinas en que los tenían Scar y las hienas. Sólo restaba encontrarlo y convencerlo de que regresara a retar a su tío. Yendo pues "en su busca, Rafiki lo halló en medio de aquella angustia por el pasado, justo cuando estaba mirando al cielo con la esperanza· de vislumbrar en las estrellas una solución para su conflicto existencial.

-¿Quién eres?-. Preguntó Simba algo sorprendido por el aspecto exótico de aquel simio que bailaba a su alrededor.

--La pregunta es ¿quién eres tú?-. Corrigió Rafiki.

-Yo soy Simba-'. Dijo el león, poco convencido de que su nombre le dijera algo a aquel intruso.

-Eres el hijo de Mufasa.

-¿Conociste a mi padre?- . Preguntó intrigado Simba.

-¡Corrección! Conozco a tu padre.

Le dijo que Mufasa estaba vivo y que lo llevaría a donde se encontraba. Hizo que lo siguiera por entre los árboles, hasta un río. 'En el espejo que formaba el agua señaló la imagen de Simba. Por un instante el felino creyó ver a Mufasa en su propia imagen, pero apenas recuperado de la impresión que le produjo la semejanza entre él y su padre muerto, replicó molesto:

-No es mi padre. Es un reflejo.

-¡no! Ahí está –insistió Rafiki-: ¡míralo! Él vive en ti

El experimento del gurú dio resultado. El parecido físico despertó al chico repentinamente del hipnotismo que le había producido la vida sin reglas de aquel improvisado paraíso. Luego de un momento de confusión, Simba pudo comprender las palabras de su padre. En efecto, siempre estaría con él para guiarlo y aconsejarlo.

Como en todo saber revelado que irrumpe en la conciencia gracias a las cosas más humildes, supo de pronto que Mufasa vivía en su interior y que eso estaba a la vista, en aquella imagen que le devolvía el agua. Podría sentir su presencia cada vez que contemplase las estrellas o mirase en algún lado el reflejo de su cara. Había hecho muy mal en olvidar a los suyos y en olvidar quién era él.

Con ese sencillo recurso del espejo y con la connivencia de las circunstancias, Rafiki - consiguió la iniciación de Simba. Se había convertido en un león adulto. Estaba listo para volver a su patria, retar a Scar y, lo más importante, poner en claro la muerte de su padre, de la que se consideraba culpable pero era inocente”.

AH retoma nuevamente el tema del espejo como metáfora del reconocimiento que uno debe hacer de la identidad personal e identidad colectiva:

“El espejo nos da la posibilidad de recuperar en nuestra propia imagen la reminiscencia de los antepasados que viven en nosotros, y con ellos toda una serie de valores. Comenzando con la identidad colectiva que refuerza y le da un profundo sentido a nuestra individualidad. El espejo de Polifemo nos devuelve sólo el amor propio. En cambio el espejo de Simba nos trae un descubrimiento del sentido de nuestra existencia. Uno representa la autoestima del individuo; el otro, la memoria de la especie. Uno contiene el placer y la integridad del Ego; el amor a la vida en su estadio más primitivo. El otro contiene el deber y la conservación de nuestra primera patria, la familia. Ambos se, complementan para la subsistencia de todo cuanto somos, como individuos y como sociedades.

Recuperados estos dos reflejos, estamos en posición de acceder, ya no a una imagen "motivada" --en el sentido técnico, el que usan los semiólogos-, sino a uno de esos signos que nos remiten naturalmente al encuentro de la colectividad. Éstos son ya símbolos, cuya referencia podemos entender aunque sea oscuramente, sin estar muy conscientes del sentido que podamos tener frente a nosotros, del significado que puedan tener esos símbolos. La patria se hace presente inesperada e involuntariamente en cada estímulo de nuestros actos cotidianos para cobijar el repentino desamparo y volvemos fuertes por la pertenencia a un ser colectivo, aun cuando estemos ausentes y sintamos nostalgia. Acto seguido, repuestos de la nostalgia, con la fuerza del ser maduro que hemos logrado gracias a la experiencia de la vida, estamos en posición de devolver el gesto. Estamos listos para actuar por ella.

Nos debemos a la conciencia de pertenecer a un grupo. Y esta fortaleza nos reconcilia con el mundo y con nosotros mismos. La plenitud que nos llena no proviene entonces de la retórica difundida por el Estado; es la convicción de un amor que viene desde nuestro nacimiento (que existía aun antes que nosotros) y que se forja y se agranda en el trabajo de cada día, de cada momento en que habremos de ser nosotros mismos y podremos, orgullosamente, gritar nuestra filiación, reconocer nuestros rasgos, vemos en el "espejo impecable y diamantino" como la patria que llevamos dentro”, concluye AH.



_________________________________
[1] El cuerno de la abundancia, según la mitología griega era el cuerno de la cabra que había alimentado a Zeus de bebé, él lo arrancó y decidió que quien lo poseyera tuviera toda clase de riquezas.

Temas de exposición

jueves, 3 de septiembre de 2009


Koré de Eutídicos.Fue encontrada en la Acrópolis en 1882. (hacia -500 a. de C.). Es una de las priemras obras que salen del anonimato.

viernes, 28 de agosto de 2009

Información

Este enlace del diario Milenio on line nos da información precisa sobre las políticas educativa que eliminan la filosofía en los planes de estudio del nivel bachillerato. en México.
Consultarno.
http://impreso.milenio.com/node/8558757

miércoles, 26 de agosto de 2009

Actividad 4 Grecia Clásica



Contestar las siguientes preguntas de acuerdo al video "Grecia. Los mármoles de Elgin del Museo Británico" visto en clase. Consulta otras fuentes.
(Nota: la discusión por equipos se hará durante la clase)

1. Qué acontecimiento en el siglo V a.C. influyó en la formación de la identidad ateniense, logrando así el surgimiento de orgullo de un pueblo?

2. Qué edificación se construyó para representar la grandeza de Atenas en el siglo V a.C. y qué características tenía en aquel entonces entonces?

3. ¿Podría afirmarse que los llamados mármoles de Elgin son narraciones de historias?

4. ¿Qué elementos mítico-religiosos se observan en el Partenón?

5. ¿Qué valores estéticos y éticos de la antigua Grecia perduran hoy en día en nuestra cultura occidental?

6. Actualmente Grecia reclama al Museo Británico los mármoles extraídos del Partenón a principios del siglo XIX por el diplomático Lord Elgin. Gran Bretaña argumenta que los tiene resguardados para evitar su deterioro. Grecia arguye que son parte de un monumento de su patrimonio nacional. ¿Cuál es tu posición?

Decadencia en Atenas

La epidemia de Atenas
por Carlos Bautista Rojas

La primera epidemia documentada ocurrió en la Atenas de Pericles, luego de que, en 431 a.C., los atenienses se embarcaron en una guerra fratricida contra Esparta, que se prolongó durante más de un cuarto de siglo y que ensombreció el esplendor del imperio ateniense -entre cuyas aportaciones culturales están el régimen democrático, la arquitectura de la acrópolis, las obras de Sófocles y Eurípides y la filosofía de Sócrates.
Pericles sabía que era imposible vencer a los espartanos en tierra, pero también que la flota ateniense era invencible. Por ello, decidió que, durante los combates, los campesinos se refugiaran en la ciudad, que estaba rodeada por una muralla de 6.5 kilómetros de largo y 165 metros de ancho: un corredor defensivo que comunicaba Atenas con el puerto de Pireo. De acuerdo con el plan de combate, mientras los ejércitos espartanos ocuparan la despoblada región del Ática, la flota ateniense arrasaría las costas del Peloponeso.

Los campesinos que se alojaron en Atenas atestaron las casas de amigos y familiares, y los que no encontraron albergue construyeron barracas a campo raso. Así se prepararon para resistir el tiempo que durara la invasión ateniense. Mientras tanto, los espartanos --encabezados por el rey Arquidamo­ y sus aliados comenzaron a devastar los alrededores de Atenas. Pericles partió hacia la ciudad de Epidauro, aliada de Esparta en la costa del Peloponeso, mas no contaba con que, unos días después de la llegada de los espartanos al Ática, una epidemia -que, según suponen los investigadores, provino de Etiopía y había pasado por Egipto, Libia y Persia­ arremetería contra Atenas con una rapidez nunca antes vista en la ciudad, ahora sobrepoblada por el cerco militar.

¿CASTIGO DE LOS DIOSES?
En una crónica que durante siglos se consideró un modelo de informe médico, Tucídides (460-395 a.C.) describió a detalle los síntomas de la enfermedad: «Muchas personas comenzaron a sentir que la cabeza les ardía, que sus ojos se inflamaban, que la garganta y la lengua les sangraban; su aliento se volvía desagradable; sufrían estornudos y ronquera; un dolor les atacaba el pecho y sufrían de tos. Después, sentían aquejado el estómago y vomitaban toda clase de humores que hayan recibido nombre en la profesión médica
[ ... ] Casi todos los enfermos tenían accesos de náusea sin vómito, que les producían violentos espasmos [... ] la piel se ponía rojiza y amoratada, y crecían pequeñas pústulas
y úlceras» 1
Según Tucídides, los contagiados morían por la enfermedad al séptimo u octavo día o, pasado ese tiempo, a consecuencia de la debilidad causada por «ulceraciones violentas y por una diarrea incontenible». Quienes sobrevivieron a la epidemia quedaron inmunes, pero no libres de secuelas: la peste afectaba a los órganos genitales; muchos perdieron sensibilidad y movilidad en los dedos de las manos y los pies; algunos quedaron ciegos, y otros sufrieron amnesia temporal. Los de complexión fuerte no estaban en mejores condiciones de soportar la enfermedad, pues exterminaba a todos por igual, incluso a los que eran atendidos y alimentados con el mayor cuidado. Lo que a unos beneficiaba, a otros perjudicaba: no había tratamiento eficaz contra esa peste.
Con los ejércitos enemigos fuera de la muralla y la epidemia por dentro, Atenas se convirtió en un infierno en el que los más afectados fueron los campesinos que acampaban en
las calles, pues con el calor del verano y la falta de higiene, eran los primeros en morir. Después de su incursión por el Peloponeso, y sin haber logrado tomar Epidauro, Pericles regresó a su patria y encontró Atenas azotada por la peste.
El temor al contagio hizo que los espartanos suspendieran su ofensiva en el 429 a.C. Pero, cuando la epidemia parecía haber aminorado un poco, decidieron regresar; fue un respiro demasiado breve, pues la peste volvió a brotar en el invierno del 427 a.C y duró otro año, hasta que finalmente desapareció. Según Tucídides, murieron 4400 hoplitas -soldados de infantería- de los 15500 que había en el ejército ateniense, y de los mil soldados de caballería murieron 300.

LA DEBACLE DE ATENAS
La peste tuvo un desquiciante efecto en la sociedad ateniense. Al principio, corrió el rumor de que los espartanos habían envenenado los depósitos de agua del Pireo, pero como el número de muertos fue mayor en Atenas -supuestamente aislada del enemigo por la muralla-, pronto descartaron esa idea. Al no encontrar causas humanas, se culpó a los dioses y esta idea coincidió con una antigua profecía que advertía que una guerra con el Peloponeso desencadenaría una peste. Para los atenienses, la idea de una intervención divina explicaba por qué los espartanos habían escapado casi indemnes a la peste; pero cuando la epidemia se encontraba en su peor momento, fue obvio que atribuirla a los dioses tampoco les ayudó a librarse de ella. Ante los cadáveres amontonados dentro de la ciudad sitiada, la desesperación se apoderó de la ciudad y sus habitantes se volvieron indiferentes a las reglas de la ley y la religión. Las ceremonias fúnebres fueron pasadas por alto y, en un estado de caos sin precedente, la norma de vida pronto se convirtió en la búsqueda del placer y el desenfreno.
Frustrados y desmoralizados, los atenienses se volvieron contra la autoridad de Pericles e incluso intentaron pactar la paz sin su consentimiento. Esto fue el principio del fin de Atenas; la otrora gloriosa ciudad entró en un periodo de corrupción y mal gobierno, a tal grado que terminó siendo derrotada por los espartanos en el 404 a.C.
1Tucídides, Historia de la guena del Peloponeso, Madrid: Alianza editorial, 1989.


Fuente : Revista Algarabía número 58, año VIII

martes, 25 de agosto de 2009

Actividad 1

Leer el texto de Dussel y opinar

La reflexión y la Identidad

¿Por qué la filosofía?
Por Enrique Dussel A.*

En todas las grandes culturas neolíticas, en Egipto, desde los textos de Menfis en el tercer milenio antes de la era común; en la China, desde el tercer milenio de dicha era con el I Chin; en el Indostán, desde el comienzo de la elaboración oral de los Upanishad; en Palestina, desde el siglo VIII adC, con los profetas de Israel; en Grecia, desde la misma época, aproximadamente, y en América, un milenio después, se fueron dando los cánones que organizaban la sabiduría de esos pueblos. Las comunidades urbanas realizaron una labor de síntesis de los principios que fundaban sus determinados modos de vida. Los que se dedicaban a esa labor de ordenar las interpretaciones más profundas de la existencia de esas comunidades altamente desarrolladas se denominaron amantes de la sabiduría (en griego filósofos, en azteca tlamatinime). Eran los que podían dar cuenta de forma ordenada y racionalizada de los diversos modos del saber, es decir, que relacionaban las observaciones astronómicas, descubrimientos matemáticos, etcétera, con las experiencias agrícolas, los saberes medicinales y con los recuerdos de las gestas de los pueblos.

De esta disciplina intelectual (entre los griegos denominada episteme, que podríamos traducir como saber estricto por argumentación) se fueron lentamente desprendiendo todas las hoy llamadas ciencias. La misma matemática era parte de la enseñanza filosófica en la Academia de Platón, en Atenas. La astronomía formaba parte de la física, que era una disciplina filosófica en el Liceo de Aristóteles. La escuela filosófica de Bagdad, desde el siglo IX, se ocupaba igualmente de la matemática, inventó los números arábigos, los logaritmos y la astronomía heliocéntrica, entre otros. Y fue por influencia árabe, por conducto de los traductores de Toledo, que la filosofía con base empírica aristotélica llegó a París en el siglo XIII, punto de partida de todo el desarrollo posterior europeo de las ciencias.

En épocas normales, donde el orden de un sistema civilizatorio funciona todavía adecuadamente, los momentos clásicos de las culturas, la filosofía ordena los saberes y permite crear el tejido intersticial de las ciencias, dando unidad a la cosmovisión correspondiente. Así funcionó durante más de 20 siglos la filosofía confuciana en China, que se ha regenerado con el neoconfucianismo que alienta en el presente el renacer aún económico del Oriente extremo (desde Singapur a Surcorea o China –ya que Mao Tse Tung, aunque marxista era en verdad un lector asiduo de Wang Yang-ming (1472-1529), el fundador del neoconfucianismo. En estos casos la filosofía es el fundamento de la educación del sistema.

Pero en épocas de crisis como la que experimentamos en el presente (no sólo en los países centrales del capitalismo por el colapso del dogmatismo neoliberal y el estancamiento de la producción industrial, sino igualmente por la crisis de los partidos políticos y el sistema representativo en todo el mundo) es necesario repensar todo el andamiaje científico, tecnológico y político, lo que exige tener capacidad crítica y vislumbrar el conjunto del proceso civilizatorio para inventar nuevos supuestos y alternativas. Para ello no bastan las ciencias de mediaciones, de los instrumentos de un sistema, sino las disciplinas que permiten repensar la totalidad de los medios y los fines, de su sentido último, para descubrir las contradicciones que han llevado a la sociedad en su conjunto a callejones sin salida.

Es entonces, en esos momentos límites, que la crítica de la totalidad es imprescindible y la filosofía es la única disciplina racional (que sabe pensar aún el fundamento de las ciencias) que puede encarar esa función crítico-creadora. La geometría desarrolla en un espacio abstracto y vacío sus axiomas y desarrollos posteriores, pero la filosofía puede pensar lo que dicho espacio es, condición que posibilita la geometría. La matemática se ocupa de la cantidad, de los números, pero no puede definir lo que son la cantidad y el número: los usa, pero no puede describir su contenido último. Los sistemas de salud, la medicina, suponen la definición de la enfermedad (que es muy diversa en cada cultura y evoluciona históricamente), pero no pueden tratarla como su objeto, sino que la suponen implícitamente. Y así en todos los sistemas científicos, sociales, políticos o económicos.

La economía de mercado supone la existencia del mercado –concepto que, en primer lugar, introdujo en la argumentación moderna un filósofo: Adam Smith (1723-1790)– y su definición exige la intervención del filósofo. Recuérdese que el mercado fue incluido como un momento de una argumentación ética y fue la propuesta de B. de Mandeville (1670-1733) para solucionar la contradicción de la existencia de vicios privados (como el propio interés) que se transformaban en virtudes públicas (la producción de riqueza social por parte del egoísta).

En toda crisis la práctica de la filosofía integrada a grupos interdisciplinarios es esencial ya que permite pensar los supuestos de un sistema económico, político, pedagógico, etcétera, para crear en cada campo las condiciones innovadoras de alternativas no sospechadas.
Por ello es lamentable que un país en crisis como México elimine de la enseñanza media superior el aprendizaje filosófico, lo que supondría dotar al alumno de recursos teóricos que sólo le permitan repetir lo que se supone que el mercado en crisis requiere y no, principalmente, para descubrir innovaciones creativas en otros aspectos o sistemas inéditos, pero posibles para una mente adiestrada, no en la mera repetición mimética, sino en saber pensar lo inédito. Más que nunca se necesitan espíritus creadores y no meramente repetitivos de caminos trillados que llevan al despeñadero.

Además, la corrupción generalizada de la sociedad, en la economía (¡hasta los banqueros roban!), en la política (los representantes piensan en sus ventajas y no en la de sus representados), en la religión (los sacerdotes son pederastas o corruptores de menores), etcétera, nos habla de la necesidad de que la población pueda meditar en algún momento de su etapa educativa sobre la ética, sobre la responsabilidad del cumplimiento de principios que hagan la vida humana digna de ser vivida. Y es solamente en las clases de ética, impartidas por filósofos en la preparatoria, que se pueden estudiar esas cuestiones cruciales para la existencia humana.

Por todo ello nos parece del todo injustificado, irracional y propio de personas no sensibles a las dificultades que sufre nuestra sociedad, el haber pensado siquiera eliminar las disciplinas filosóficas de la enseñanza media superior. Se formarían profesionales aptos para “apretar botones” de máquinas que no podrían desmontar ni inventar para que fueran las adecuadas para una sociedad más equitativa. Serían autómatas al servicio del mejor postor sin ninguna conciencia crítica, ni creadora ni ética. Lo peor que le puede acontecer a un pueblo es formar a sus profesionistas como simples ejecutores de órdenes venidas de los países hegemónicos, que siempre intentan transferir hacia el centro las riquezas de las neocolonias que se dejan explotar.
Es evidente que esos planes de estudios (la reforma de la enseñanza media superior) han sido ideadas por los países más desarrollados y dominadores, que nos “venden” esos planes como los más avanzados, siendo, en verdad, proyectos que nos “desarman” teóricamente e impiden detectar los mecanismos de la indicada transferencia de riqueza.

Eliminar las disciplinas filosóficas de la enseñanza media superior es traicionar irresponsablemente la posibilidad de tomar conciencia de los fundamentos de la autodeterminación crítica y ética de la tecnología, la economía y la política del país.

* Filósofo

domingo, 23 de agosto de 2009

Actividad 3. Grecia

Del cuadro quee sta ene sta entrada, elige alguno de los puntos o temas marcados. Desarrolla una sintesis y tu punto de vista.

Los romanos


LAS VIEJAS COSTUMBRES
"Lo que distingue al Estado romano y lo que le coloca sobre todos los otros es su actitud hacia los dioses. ~e parece que lo que constituye un reproche para otras comunidades es precisamente lo que mantiene consolidado -al Estado romano -me refiero a su re­verente temor a los dioses", y emplea las mismas palabras de San Pablo en la Colina de Marte en Ate­nas. Polibio no llegó a ver el día en que, cuando los bárbaros invadieron el Imperio Romano, la idea de la grandeza y la eternidad de Roma fue a su vez la que mantuvo la creencia en los, dioses".

La religión romana fue primero la religiÓn de la familia y, luego, de su 'extensión, el Estado. La fami­lia estaba consagrada y, por tanto, también el Estado. Las sencillas creencias de las familias y los ritos practicados por ellas se modificaron y ampliaron, en parte por nuevas concepciones debidas a nuevas ne­cesidades, y en parte por el contacto con otras razas y culturas, al unirse las familias para constituir al­deas y, por último, la ciudad de Roma.

Los antropólogos han dado el nombre de "animis­mo" a la etapa de la religión primitiva en la que se supone que en todas las cosas reside una "fuerza"" un "espíritu" o una "voluntad". Para el romano de los primeros tiempos, el numen, fuerza o voluntad, residía en todas partes o, mejor dicho, se manif~s· taba en todo lugar por medio de una acción. ,Lo úni· co que se sabe de esta fuerza es que es capaz de obrar, pero su manera de actuar es indeterminada. En el reino del espíritu, cuya característica es la acción; el hombre es un intruso. ¿Cómo podrá mi­tigar el pavor que siente y cómo conseguirá que el numen realice el acto requerido, logrando para sí "la paz de los dioses"?

Lo más urgente es "fijar" esta fuerza vaga de una manera aceptable para ella, limitando O diri· giendo 'Su acción a algún fin vital del hombre. Se pensaba que al dar un nomb.re a su manifestación

LAS VIEJAS, COSTUMBRES

en los fenómenos concretos, se definía lo que era vago, y, por decirlo así, se encauzaba su energía hacia el fin deseado. Y así como las actividades del campesino _y de su familia, ocupados en labrar el campo, en tejer y cocinar y en criar a los hijos, eran ~ muchas, así la acción de esta fuerza se dividía en innumerables poderes nominados, que comunicpban energía a los actos de la vida familiar. Todás las operaciones diversas de la naturaleza y del hombre -la vida multiforme de los campos, las habituales tareas del labrador, el diario trajín de su mujer, la crianza y el cuidado de los hijos- se realizaban en presencia y por la energía de estas vagas potencias transformadas ahora en deidades carente s de forma.
I
Acompañaban al acto de "denominar", es decir, de invocar, oraciones y ofrendas de alimentos, de le­che y de vino y, en ocasiones, sacrificios de animales.
El paterfamilias, que era el sacerdote, conoCÍa las palabras y los ritos apropiados. Palabras y ritual que fueron pasando de padres a hijos hasta que se fijaron inmutablemente. La más mínima alteración en la invocación o en la ceremonia podía impedir que el numen interviniera en el acto que el individuo o " la familia se proponía emprender, sobreviniendo en­) tonces el fracaso. Los nombres de muchos de estos­dioses domésticos han pasado a las lenguas europeas:
Vesta, el espíritu del fuego del hogar; los Penates, preservadores de la despensa; los Lares, guardianes de la casa; pero había otros muchos. Las oraciones eran diarias; la comida, de la familia ullél ceremonia religiosa en la que ofrendaban incienso y libaciOnes. Ciertos festivales se relacionaban con los difuntos, los cuales se consideraban a veces como espíritus hosti­les y que había que expulsar, por lo tanto, de la casa . por medio de ritos, otras como espíritus, benévolos que se asociaban íntimamente a todas las fiestas y conmemoraciones de la familia.
Ficha técnica
Título: Los Romanos
Autor: R.H. Borrow
Editor: Fondo de Cultura Económica
ISBN: 968-16-0004-5
Colección: Breviarios no. 38
Año: 1986
Páginas: 221 (p.16)