jueves, 26 de noviembre de 2009
jueves, 19 de noviembre de 2009
martes, 17 de noviembre de 2009
ACTIVIDAD 26. El surgimiento de una nueva Nación
- Acceder al siguiente link:
http://www.radiounam.unam.mx/site/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=34&Itemid=30&limitstart=35
- Dar click al audio con fecha 27 de febrero del 2009 (entrevista al DR. Orozco sobre su libro "Erase una vez una utopía").
- Realiza un ensayo (ver guía didáctica) que dé respuesta a la pregunta:
- Considera todos los temas que hemos visto en el curso.
- Pon un título propio.
jueves, 5 de noviembre de 2009
miércoles, 4 de noviembre de 2009
martes, 20 de octubre de 2009
Pero todos los mapas, hasta los más científicos, implican cierto grado de imaginación. Los cartógrafos dibujan un país rosado, otro amarillo. Arrojaron una red sobre el mundo y llamaron a sus líneas latitud y longitud. Hoy, los cartógrafos están tratando de descubrir y dar nombre a otros planetas y sistemas solares. De allí que los mapas sean más que instrumentos para mostrar las líneas alrededor de tu propiedad o tu país. Los mapas dan nombres públicos a regiones que son misteriosas. Dan la sensación de que hay una ruta de Aquí hacia Allá (aunque Allá esté en el espacio exterior o en nuestra propia imaginación). Los mapas son otra forma de relatar historias.” (Val Ross, El asombroso camino de los mapas, Tundra Books, Toronto, 2005)
ACTIVIDAD: La escritora Val Ross afirma: “Los mapas son otra forma de relatar historias”: *
lunes, 19 de octubre de 2009
martes, 13 de octubre de 2009
Entrevista imaginaria a Pieter Bruegel el Viejo
—En su obra podemos ver que su temática se centra en la vida de las aldeas o villorrios, en las vivencias de los campesinos. ¿Podríamos afirmar que usted es uno de esos personajes que pinta, es decir, que es usted gente de pueblo?
-Nada más erróneo. ¿Por qué piensa la gente que por pintar escenas de campesinos yo fui campesino? Soy como muchos artistas que han vivido en la ciudad pero que se ven atraídos por la vida rural.
—Y ¿por qué su interés por la vida rural si no comparte nada con ellos?
Mi actitud frente a la vida rústica, es decir, mi interés por retratar su cotidianidad, se debe a mi interés por la psicología del ser humano. Me explicaré. Es en la vida del campo donde la naturaleza humano se advierte con menor disimulo, libre de barniz artificioso y convencional, que en la vida y costumbres de los caballeros y gente rica pueden mostrar en sus retratos donde poco se puede ver, ya que son poses que esconden la verdadera esencia humana.
— ¿O sea que cuando los artistas quieren poner de manifiesto la insensatez de la condición humana, acostumbran a poner un modelo de la vida popular, como usted lo hizo al pintar “Los proverbios neerlandeses”?
—Así es. Pero no sólo retrato la insensatez humana con escenas cotidianas. También he pintado cuadros de desastres provocados por la guerra. Uno de ellos es el que titulé “El triunfo de la Muerte” que pinté en 1562. Ahí se pueden ver todos los horrores de la guerra, los homicidios y la violencia y el exterminio de todo lo viviente.
—Sí, conocemos esa obra suya, da una impresión de un terror sin fin. ¿De alguna manera podríamos afirmar que nos revela aquí con mucha intensidad los abismos de su época?
—Sí efectivamente, he vivido hambres, guerras y saqueos: la gran lucha contra Francia (1556-59), la guerra por la libertad de los Países Bajos (declarada precisamente en 1568), la agitación provocada por la Reforma religiosa de Martín Lutero, la lucha de las imágenes, la ejecución de los Condes Egmont y Hoorn, y finalmente la insurrección de las siete provincias holandesas. En pocas palabras, me tocó vivir el periodo más difícil y controvertido de la historia Flamenca. Muy, muy difícil…
—En su obra también se ven paisajes de otras latitudes. ¿Acaso estuvo en la Italia renacentista y qué efectos tuvieron sus viajes de los cuales se sabe muy poco?
—Antes que nada haré una aclaración: para la época en que viajé a Italia, (1550) los grandes pintores del Renacimiento habían ya muerto (Leonardo, en 1519; Rafael, en 1509; Botticelli, en 1510; Piero della Francesca, en 1492). De todas formas mi viaje fue muy fructífero ya que a mi regreso a mi patria, Holanda, cuatro años después, tuve mi mejor época como pintor. Sin embargo, mi mejor aprendizaje no fue en lo referente al estilo de pintar –mi estilo siempre ha sido único—, sino que gracias a la estrecha vinculación que tuve con el mundo humanista que tuvo sus gérmenes en el movimiento renacentista, pude ver con otros ojos. A esa experiencia se debe mi rica fantasía, mi profunda humanidad. Así nacieron mis cuadros de temas sacros, las alegres escenas inspiradas en la vida y fiestas campesinas. Imágenes que sigo conservando en mi memoria y con las cuales quisiera marcharme de este mundo. Porque la vida a pesar de todo tiene su parte bonita.
lunes, 12 de octubre de 2009
miércoles, 7 de octubre de 2009
viernes, 2 de octubre de 2009
miércoles, 30 de septiembre de 2009
La cultura árabe
Significado de la cultura
A cada sociedad corresponde una cultura. Así se sucedieron varias culturas que marcaron el tiempo (cultura romana, griega, helénica, india, faraónica, persa etc.). Del siglo VII al siglo XV, los árabes dominaron en todos los ámbitos (ciencias, filosofía, literatura). Durante estos ocho siglos, nunca fue puesta en duda la excelencia árabe. El origen etimológico de la palabra cultura en árabe es muy antigua. Significaba el arte de desarrollar el sentido de la lógica y el espíritu. Hoy en día, la cultura significa la elevación intelectual y social de los individuos y de las comunidades. A parte de representar el sincretismo de ideas, representa generalmente una ética del comportamiento y una moral que dictan el modo de vida de una sociedad. En resumen, la cultura es la síntesis de creencias, valores, idiomas, leyes, comportamientos y experiencias de una comunidad que le permite diferenciarse de otras.
Dos elementos fundamentales de la cultura arabo-islámica son la invariabilidades de sus fuentes absolutas y la abertura al cambio. Esta ultima se manifiesta en la riqueza y la diversidad de la actividad jurisprudencial musulmana. En este sentido, la expresión de « opinión diferente » es muy conocida de los musulmanes. La irreductibilidad de la cultura arabo-islámica está vinculada a la esencia del Islam que consiste tanto en la religión como en el modo de vida a adoptar. De este modo, el Islam se considera universal, completo, justo, realista, objetivo y diverso en la unidad[1].
La cultura arabo-islámica es muy diferente de los otros modelos culturales por su exclusividad. Por un lado, esta cultura tiene su origen en los valores del Islam que se encuentran en el Corán, el idioma árabe, y la jurisprudencia de los Ulemas (teólogos musulmanes). Por su parte, la cultura occidental está fundada en el pensamiento griego, las leyes romanas y el credo cristiano. Otro rasgo muy importante de la cultura árabo-islámica es el hecho de haber logrado el equilibro entre lo racional y lo espiritual.
Tradiciones y costumbres árabes
Teniendo claros los orígenes de la cultura arabo-islámica, hablaremos aquí de varios códigos culturales que caracterizan a los musulmanes de los países árabes. Obviamente se trata de patrones culturales generales que no se respetan en su totalidad, pero que reflejan la esencia de un mode de vida árabe.
El cuerpo.
Esta noción de limpieza corporal hace referencia a las abluciones, o purificaciones rituales que se ejecutan antes de un acto religioso. Como los musulmanes oran cinco veces al día, las abluciones son parte de lo cotidiano. Consistan en lavarse las manos, cabeza, boca y pies.
Las mujeres árabes dan una gran importancia a la estética y a los cuidados corporales. Para la depilación, preparan una masa hecha de azúcar y agua, y para perfumarse, usan agua de flor de naranja o agua de rosa (azahar). Los aceites de todo tipo son usados tanto por los hombres como por las mujeres para cuidar la piel. En Marruecos, se usa el aceite de argano para suavisar la piel después de bañarse.
El maquillaje femenino siempre fue tolerado en las sociedades islámicas y es además signo de minuciosidad. Las mujeres suelen delienarse los ojos con khol (polvo mineral mezclado con agua) y tatuarse con henna (hojas de una planta que deja un color rojo oscuro en la piel). En ocasiones especiales como una boda, las mujeres se reunen en una casa y se decoran las manos y los pies con diseños florales o tradicionales con henna. Tiene un significado de suerte y de felicidad. En este sentido, se tatúan también las manos y los pies los niños un día antes del ritual de la circuncisión como una forma de bendición.
En resumen, la estética y el higiene corporal se consideran como unos cumplidos hacia los otros. Es parte de la educción desde la infancia.
Convivencia.
[1] La stratégie culturelle du Monde islamique, Organisation islamique pour l’Education, les Sciences et la Culture
-ISESCO-, 1997 En linea http://www.isesco.org.ma/index.php
lunes, 28 de septiembre de 2009
viernes, 25 de septiembre de 2009
miércoles, 23 de septiembre de 2009
jueves, 17 de septiembre de 2009
El recuerdo del oso olvidado
Siempre tenemos un recuerdo más grabado que otros. ¿Será porque hay algo de misterioso en él? Los psicoanalistas piensan que sí, y que mientras no se resuelva el misterio nos perseguirá tal reminiscencia.
Cierta noche dos de mis tías nos llevaron a mis hermanas y a mí a un parque muy cercano a mi casa. Tenía como 3 ó 4 años de edad. Ya de regreso por el camino, una de las tías se percató de que habíamos olvidado el oso de peluche de una de mis hermanas; cuando regresamos al arriate donde habíamos estado jugando ya no estaba, para mí fue algo sorprendente, no cabía en mi entendimiento quién había podido llevarse el oso en un lapso tan corto. La oscuridad del lugar le ponía al suceso un velo de misterio.
Tal vez sea éste uno de los recuerdos más antiguos que conservo. La imagen de la alameda de noche poco iluminada hirió mis sentidos: en aquél entonces la visualicé totalmente solitaria e inmensa, de la misma manera en que los infantes aprecian las dimensiones de los espacios haciéndolas aún más grandes de lo que en verdad son, al grado de que cuando crecemos se encogen y decimos asombrados “yo lo veía más grande”; así, la Alameda de Santa María me parecía colosal.
Exagerar mi percepción del lugar en cuestión no impidió que a lo largo de mis 24 años que viví cerca de ahí, se fuera forjando una relación entrañable con ese parque. Ir a la Alameda era el paseo obligado con mi papá los domingos, él se sentaba en una banquita a leer el periódico, mientras mis hermanas y yo jugábamos a su alrededor.
Sería falso afirmar que por aquellos años me sentía feliz: la melancolía siempre fue mi acompañante; sin embargo, sí puedo decir que con el tiempo fue convirtiéndose ese sitio en un símbolo de mi niñez, que buena o mala, representaba algo esencial para mí cumpliendo la sentencia de Freud: “infancia es destino”.
Ahí, en ese Alameda transcurrió mi niñez dotando de referentes y significados a mi forma de ver la vida a la forma de interrelacionarme con los demás a la manera de tomar decisiones a la hora de elegir. Ahí veo al hombre que mientras esperábamos cruzar la calle, me tomaba de la mano. Y divisaba el kiosco morisco imponente. Y siempre el recuerdo del osito.
Llegando a la adolescencia y con la influencia de la sociedad que con su presión* te hace creer ser lo que en verdad no eres, le di la espalda a mi colonia, que cada vez más tomaba rasgos de barrio popular: como toda adolescente quería ser parte de una elite, pero esto duró poco por fortuna: “… la madurez va ganando paulatinamente la batalla”. Un tarde, regresando de la universidad caminando por la calle principal de la colonia donde estaba el edificio donde vivía, me embargó un sentimiento de orgullo por mis padres, por mi colonia, mi familia, orgullo de mi niñez, nada le faltaba nada le sobraba, simplemente porque así había sido; fue el momento que Arnulfo Herrera llamaría “reconciliación con el mundo adulto, la reconciliación de nuestro pasado, de nuestro Yo en toda su integridad”.
De esta forma experimenté el sentimiento de patria que el mismo Herrera define como:
(…) un reflejo de nosotros mismos. Un reflejo que nos defiende de la soledad. Como si al colocarnos frente al espejo pidiéramos ver, de golpe, no solo nuestra imagen de individuos, sino también la imagen de nuestros antepasados y la de nuestros descendientes y la de todos los seres próximos junto a los cuales crecimos y de quienes llevamos algo apenas perceptibles (…). Irrumpe entonces, en la conciencia, la fuerza de ese amor a la colectividad y a los lugares que conforman en escenario de la patria intima.
era el reencuentro con mi colonia, mi Alameda con su Kiosco morisco donde tantas veces jugué viviendo momentos en los que no hay ni pasado ni futuro y apreciamos y valoramos el presente en toda su dimensión. Estaba precisamente en el “escenario de la patria misma”.
No fue casual que al explorar mi faceta artística y tener el lienzo frente de mí haya decidido pintar La Alameda de Santa María la Ribera, o más bien la representación de la alameda que me hice, donde el oso le dio título a la obra. Desde luego que ahí descubrí que no estaba dotada para las artes plásticas, pero ¡qué importaba eso, si a través de mi pintura había plasmado el símbolo de mi identidad, de mi colectividad! Me había mirado en el espejo donde me vi a mí misma y a todos los que me habían acompañado en la conformación de mi biografía.
Los lugares donde crecimos y a los cuales amamos por habernos dado el referente “yo y el mundo exterior”, es el mundo social, que intentamos descifrar e interpretar en nuestra vida cotidiana en el mundo intersubjetivo, dándonos así la posibilidad de integrarnos a la colectividad y a su cultura con su universo simbólico y tener un sentido de pertenencia; de la misma forma ese mundo se ensancha hasta conformar un realidad más grande llamada México.
Ha pasado tanto tiempo después del suceso del oso, que dudo si haya sido cierto lo que he relatado, aún me queda el sentimiento de no tener una explicación que me satisfaga sobre el porqué no estaba el osos ahí, pues éramos las únicas personas en el parque, además el sitio no estaba bien alumbrado como para que lo hubiese podido distinguir alguien más; por otro lado, el tiempo que tardamos en regresar para recuperarlo fue en realidad muy corto. Y es extraño, pero cuando les he preguntado a mis tías y hermanas del suceso traumático, me dice, “¡De verás?, no me acuerdo”, o “creo que sí, pero no me acuerdo muy bien”. ¿Por qué en cambio yo si me acuerdo?, la respuesta es que cada quien vive las cosas de manera muy diferente, le damos el significado a las cosas y a los hechos de acuerdo a nuestra subjetividad. Y tratándose de la capacidad fantasiosa de los niños y niñas, creo que hasta bien pude haber inventado esa historia del oso, al menos tal cual la recuerdo. Hay algo ahí que no he podido descifrar.
Creo que lo mejor es pensar que el Dios Pan, que habita en los jardines, bosques y matorrales, se llevó aquel oso de peluche para obsequiarlo a alguna de las ninfas que moran ahí y llamar su atención. Esta explicación me deja más convencida y tal vez ya deje por la paz ese recuerdo..
*La presión hace que cambiemos muchas cosas en nuestras vidas, desde la manera de vestir, los gustos de música, las amistades con las que convivimos, etc. (Ver dave, Ensayo Identidad y Cultura, Turismo Sustentable, U Caribe, Cancún Quintana Roo)
Siempre tenemos un recuerdo más grabado que otros. ¿Será porque hay algo de misterioso en él? Los psicoanalistas piensan que sí, y que mientras no se resuelva el misterio nos perseguirá tal reminiscencia.
Cierta noche dos de mis tías nos llevaron a mis hermanas y a mí a un parque muy cercano a mi casa. Tenía como 3 ó 4 años de edad. Ya de regreso por el camino, una de las tías se percató de que habíamos olvidado el oso de peluche de una de mis hermanas; cuando regresamos al arriate donde habíamos estado jugando ya no estaba, para mí fue algo sorprendente, no cabía en mi entendimiento quién había podido llevarse el oso en un lapso tan corto. La oscuridad del lugar le ponía al suceso un velo de misterio.
Tal vez sea éste uno de los recuerdos más antiguos que conservo. La imagen de la alameda de noche poco iluminada hirió mis sentidos: en aquél entonces la visualicé totalmente solitaria e inmensa, de la misma manera en que los infantes aprecian las dimensiones de los espacios haciéndolas aún más grandes de lo que en verdad son, al grado de que cuando crecemos se encogen y decimos asombrados “yo lo veía más grande”; así, la Alameda de Santa María me parecía colosal.
Exagerar mi percepción del lugar en cuestión no impidió que a lo largo de mis 24 años que viví cerca de ahí, se fuera forjando una relación entrañable con ese parque. Ir a la Alameda era el paseo obligado con mi papá los domingos, él se sentaba en una banquita a leer el periódico, mientras mis hermanas y yo jugábamos a su alrededor.
Sería falso afirmar que por aquellos años me sentía feliz: la melancolía siempre fue mi acompañante; sin embargo, sí puedo decir que con el tiempo fue convirtiéndose ese sitio en un símbolo de mi niñez, que buena o mala, representaba algo esencial para mí cumpliendo la sentencia de Freud: “infancia es destino”.
Ahí, en ese Alameda transcurrió mi niñez dotando de referentes y significados a mi forma de ver la vida a la forma de interrelacionarme con los demás a la manera de tomar decisiones a la hora de elegir. Ahí veo al hombre que mientras esperábamos cruzar la calle, me tomaba de la mano. Y divisaba el kiosco morisco imponente. Y siempre el recuerdo del osito.
Llegando a la adolescencia y con la influencia de la sociedad que con su presión* te hace creer ser lo que en verdad no eres, le di la espalda a mi colonia, que cada vez más tomaba rasgos de barrio popular: como toda adolescente quería ser parte de una elite, pero esto duró poco por fortuna: “… la madurez va ganando paulatinamente la batalla”. Un tarde, regresando de la universidad caminando por la calle principal de la colonia donde estaba el edificio donde vivía, me embargó un sentimiento de orgullo por mis padres, por mi colonia, mi familia, orgullo de mi niñez, nada le faltaba nada le sobraba, simplemente porque así había sido; fue el momento que Arnulfo Herrera llamaría “reconciliación con el mundo adulto, la reconciliación de nuestro pasado, de nuestro Yo en toda su integridad”.
De esta forma experimenté el sentimiento de patria que el mismo Herrera define como:
(…) un reflejo de nosotros mismos. Un reflejo que nos defiende de la soledad. Como si al colocarnos frente al espejo pidiéramos ver, de golpe, no solo nuestra imagen de individuos, sino también la imagen de nuestros antepasados y la de nuestros descendientes y la de todos los seres próximos junto a los cuales crecimos y de quienes llevamos algo apenas perceptibles (…). Irrumpe entonces, en la conciencia, la fuerza de ese amor a la colectividad y a los lugares que conforman en escenario de la patria intima.
era el reencuentro con mi colonia, mi Alameda con su Kiosco morisco donde tantas veces jugué viviendo momentos en los que no hay ni pasado ni futuro y apreciamos y valoramos el presente en toda su dimensión. Estaba precisamente en el “escenario de la patria misma”.
No fue casual que al explorar mi faceta artística y tener el lienzo frente de mí haya decidido pintar La Alameda de Santa María la Ribera, o más bien la representación de la alameda que me hice, donde el oso le dio título a la obra. Desde luego que ahí descubrí que no estaba dotada para las artes plásticas, pero ¡qué importaba eso, si a través de mi pintura había plasmado el símbolo de mi identidad, de mi colectividad! Me había mirado en el espejo donde me vi a mí misma y a todos los que me habían acompañado en la conformación de mi biografía.
Los lugares donde crecimos y a los cuales amamos por habernos dado el referente “yo y el mundo exterior”, es el mundo social, que intentamos descifrar e interpretar en nuestra vida cotidiana en el mundo intersubjetivo, dándonos así la posibilidad de integrarnos a la colectividad y a su cultura con su universo simbólico y tener un sentido de pertenencia; de la misma forma ese mundo se ensancha hasta conformar un realidad más grande llamada México.
Ha pasado tanto tiempo después del suceso del oso, que dudo si haya sido cierto lo que he relatado, aún me queda el sentimiento de no tener una explicación que me satisfaga sobre el porqué no estaba el osos ahí, pues éramos las únicas personas en el parque, además el sitio no estaba bien alumbrado como para que lo hubiese podido distinguir alguien más; por otro lado, el tiempo que tardamos en regresar para recuperarlo fue en realidad muy corto. Y es extraño, pero cuando les he preguntado a mis tías y hermanas del suceso traumático, me dice, “¡De verás?, no me acuerdo”, o “creo que sí, pero no me acuerdo muy bien”. ¿Por qué en cambio yo si me acuerdo?, la respuesta es que cada quien vive las cosas de manera muy diferente, le damos el significado a las cosas y a los hechos de acuerdo a nuestra subjetividad. Y tratándose de la capacidad fantasiosa de los niños y niñas, creo que hasta bien pude haber inventado esa historia del oso, al menos tal cual la recuerdo. Hay algo ahí que no he podido descifrar.
Creo que lo mejor es pensar que el Dios Pan, que habita en los jardines, bosques y matorrales, se llevó aquel oso de peluche para obsequiarlo a alguna de las ninfas que moran ahí y llamar su atención. Esta explicación me deja más convencida y tal vez ya deje por la paz ese recuerdo..
*La presión hace que cambiemos muchas cosas en nuestras vidas, desde la manera de vestir, los gustos de música, las amistades con las que convivimos, etc. (Ver dave, Ensayo Identidad y Cultura, Turismo Sustentable, U Caribe, Cancún Quintana Roo)
martes, 8 de septiembre de 2009
El amor a la Patria
Arnulfo Herrera.
Síntesis y comentarios.
Arnulfo Herrera hace un escudriñamiento sobre el significado de Patria. Antes de decirnos algo sobre esto, nos explica qué no es la Patria, para finalizar diciendo lo que a su aparecer simboliza este concepto tan abstracto.
La patria para AH no es la entidad del mapa que los novohispanos veían asemejando su contorno a una cornucopia.[i]
Tampoco es el ámbito geográfico-político que proclamaban los liberales decimonónicos, la Patria de la historia oficial. Tampoco patria es—nos dice Herrera-- una comunidad imaginaria donde todos somos iguales ante la ley, con los mismos derechos y obligaciones; ni tampoco es el ente abstracto e intangible que fomenta el civismo escolar con “las amargas ceremonia de los lunes”.
En realidad –afirma AH—se trata de una patria más íntima. La patria que conforma nuestro pasado y reencontramos en las conversaciones de nuestra generación; pronunciación de las expresiones familiares, la que reconocemos en un paisaje que se parece al que mirábamos desde la ventana de nuestra casa materna.
Herrera nos habla de esa Patria que percibimos en lo más cotidiano… en fin, algo más entrañable y la espontánea que la ofrecida en los símbolos convencionales, el mapa el escudo, la bandera, el himno, la virgen de Guadalupe.
AH ve a la Patria como un sentimiento como un reflejo de nosotros mismos, pero también un reflejo de nuestros antepasados, o simplemente de todas las personas junto a las cuales crecimos.
Llega a la conciencia entonces la fuerza de amor a la colectividad y a los lugares que conforman el escenario de la Patria íntima, dice AH.
“Desde niños nos entrenamos en la permanencia a una colectividad, nos sentimos amparados por la familia, por el equipo de futbol, por el grupo de amigos que viven en la misma calle, por la camaradería del barrio, por la filiación a nuestro grupo escolar, gritamos una porra por la escuela que participa en diferentes torneos, y así la experiencia colectiva se va ensanchando hasta configurar aquella imprecisión que llamamos Patria.
Tal vez más adelante, el egoísmo de la adolescencia nos lleve a poner en duda los valores que nos inspiraron esas colectividades. Plenos de energía, el horizonte que se eleva entonces ante nuestros ojos hizo que cambiáramos la seguridad familiar por el llamado de la aventura que ofrecía la aventura de la calle. Se trata, lo sabemos, de un estado pasajero.
La recuperación con el mundo adulto es también la recuperación de nuestro pasado, de nuestro Yo en toda su integridad”.
A veces recitamos un espejo para revalorarnos y no es esto un acto de narcisismo –nos dice el autor comentado--, al ver nuestra imagen nos rescatamos del vacío que a veces sentimos por las situaciones difíciles por las que atravesamos. Arnulfo Herrera toma el ejemplo la historia del personaje mitológico Polifemo, el cíclope, que al ser despreciado pro la ninfa Galatea por feo, se sume en la contemplación de su imagen, pero no ve a un hombre despreciable sino a un ser con muchas virtudes. Tratando de recobrar su autoestima.
Herrera continúa y nos dice: “Hay otro tipo de espejos que son capaces de devolvernos una imagen mucho más profunda de nosotros mismos que comprende toda la estructura de nuestra personalidad… Es aquella imagen que lleva consigo la remembranza de nuestros ascendentes.
AH nos ejemplifica esto con una escena de la película El Rey león (Walt Disney Pictures, 1994:
"Ha transcurrido ya un buen tiempo desde que el pequeño león Simba llegó con Timón, la comadreja, y Pumbaa, el puerco espín. Iba huyendo de las hienas, de su tío Scar y, sobre todo, de su propio remordimiento por la muerte del rey Mufasa, su padre, en una terrible estampida.
La comadreja y el jabalí acogieron al cachorro en natural hábitat, le enseñaron los secretos de una vida despreocupada ("hakuna matata"), fácil e irresponsable. Sumergido en los placeres sencillos de aquel paraíso selvático pero degradado por el abandono de su dieta natural y por el olvido de su condición leonina, Simba permanece aletargado en el ejercicio de una felicidad poco decorosa; aquella de los desharrapados, los tunantes y demás canalla que no alcanza a vislumbrar la existencia de otra forma de vida menos indigna y por eso se ufanan de su condición miserable. Algo, sin embargo, rompe con el encanto de esta cotidianeidad de filósofos cínicos (y "peripatéticos") que habían alcanzado Simba y sus contlapaches: el inesperado encuentro con Nala, amiga de la infancia del joven león, que ha salido en busca de ayuda para la manada, pues el usurpador Scar era incapaz de conducir el reino y librar al hábitat de la devastación ocasionada por las malas costumbres de las hienas. Repuesta de su asombro inicial (del mismo modo que todos en su familia, ella lo creía muerto) y luego de un tierno reconocimiento, Nala le recuerda a Simba sus reales deberes para con la manada, así como el llanto de Sarabi -su madre- por el hijo y el marido perdidos en la estampida y trata de que éste asuma su identidad de príncipe heredero. El león se niega rotundamente a dejar la vida disipada, pero no puede evitar la crisis que le produce aquel encuentro. Apartado de sus amigos y de Nala, mirando el cielo de la noche, recuerda que su padre le dijo una vez que siempre estarían juntos porque, como sus antepasados, él lo estaría mirando desde las estrellas para guiarlo:
-Los grandes reyes del pasado nos miran desde las, estrellas. Ellos estarán siempre ahí para guiarte... y yo también.
Pero no era cierto porque en ese momento que tanto lo necesitaba no podía sentir su presencia en el cielo. Y la culpa de todo, sin duda, la tenía él, Simba, por haberle ocasionado la muerte.
Lo que sigue es la parte del film que nos interesa para hablar del espejo. Rafiki, el sumo sacerdote y cronista del reino; un simio sin edad pero presumiblemente cargado con la sabiduría de los viejos consejeros, había oteado en el viento que Simba vivía aún, que ya era un león fuerte y que podía salvarlos a todos de las ruinas en que los tenían Scar y las hienas. Sólo restaba encontrarlo y convencerlo de que regresara a retar a su tío. Yendo pues "en su busca, Rafiki lo halló en medio de aquella angustia por el pasado, justo cuando estaba mirando al cielo con la esperanza· de vislumbrar en las estrellas una solución para su conflicto existencial.
-¿Quién eres?-. Preguntó Simba algo sorprendido por el aspecto exótico de aquel simio que bailaba a su alrededor.
--La pregunta es ¿quién eres tú?-. Corrigió Rafiki.
-Yo soy Simba-'. Dijo el león, poco convencido de que su nombre le dijera algo a aquel intruso.
-Eres el hijo de Mufasa.
-¿Conociste a mi padre?- . Preguntó intrigado Simba.
-¡Corrección! Conozco a tu padre.
Le dijo que Mufasa estaba vivo y que lo llevaría a donde se encontraba. Hizo que lo siguiera por entre los árboles, hasta un río. 'En el espejo que formaba el agua señaló la imagen de Simba. Por un instante el felino creyó ver a Mufasa en su propia imagen, pero apenas recuperado de la impresión que le produjo la semejanza entre él y su padre muerto, replicó molesto:
-No es mi padre. Es un reflejo.
-¡no! Ahí está –insistió Rafiki-: ¡míralo! Él vive en ti
El experimento del gurú dio resultado. El parecido físico despertó al chico repentinamente del hipnotismo que le había producido la vida sin reglas de aquel improvisado paraíso. Luego de un momento de confusión, Simba pudo comprender las palabras de su padre. En efecto, siempre estaría con él para guiarlo y aconsejarlo.
Como en todo saber revelado que irrumpe en la conciencia gracias a las cosas más humildes, supo de pronto que Mufasa vivía en su interior y que eso estaba a la vista, en aquella imagen que le devolvía el agua. Podría sentir su presencia cada vez que contemplase las estrellas o mirase en algún lado el reflejo de su cara. Había hecho muy mal en olvidar a los suyos y en olvidar quién era él.
Con ese sencillo recurso del espejo y con la connivencia de las circunstancias, Rafiki - consiguió la iniciación de Simba. Se había convertido en un león adulto. Estaba listo para volver a su patria, retar a Scar y, lo más importante, poner en claro la muerte de su padre, de la que se consideraba culpable pero era inocente”.
AH retoma nuevamente el tema del espejo como metáfora del reconocimiento que uno debe hacer de la identidad personal e identidad colectiva:
“El espejo nos da la posibilidad de recuperar en nuestra propia imagen la reminiscencia de los antepasados que viven en nosotros, y con ellos toda una serie de valores. Comenzando con la identidad colectiva que refuerza y le da un profundo sentido a nuestra individualidad. El espejo de Polifemo nos devuelve sólo el amor propio. En cambio el espejo de Simba nos trae un descubrimiento del sentido de nuestra existencia. Uno representa la autoestima del individuo; el otro, la memoria de la especie. Uno contiene el placer y la integridad del Ego; el amor a la vida en su estadio más primitivo. El otro contiene el deber y la conservación de nuestra primera patria, la familia. Ambos se, complementan para la subsistencia de todo cuanto somos, como individuos y como sociedades.
Recuperados estos dos reflejos, estamos en posición de acceder, ya no a una imagen "motivada" --en el sentido técnico, el que usan los semiólogos-, sino a uno de esos signos que nos remiten naturalmente al encuentro de la colectividad. Éstos son ya símbolos, cuya referencia podemos entender aunque sea oscuramente, sin estar muy conscientes del sentido que podamos tener frente a nosotros, del significado que puedan tener esos símbolos. La patria se hace presente inesperada e involuntariamente en cada estímulo de nuestros actos cotidianos para cobijar el repentino desamparo y volvemos fuertes por la pertenencia a un ser colectivo, aun cuando estemos ausentes y sintamos nostalgia. Acto seguido, repuestos de la nostalgia, con la fuerza del ser maduro que hemos logrado gracias a la experiencia de la vida, estamos en posición de devolver el gesto. Estamos listos para actuar por ella.
Nos debemos a la conciencia de pertenecer a un grupo. Y esta fortaleza nos reconcilia con el mundo y con nosotros mismos. La plenitud que nos llena no proviene entonces de la retórica difundida por el Estado; es la convicción de un amor que viene desde nuestro nacimiento (que existía aun antes que nosotros) y que se forja y se agranda en el trabajo de cada día, de cada momento en que habremos de ser nosotros mismos y podremos, orgullosamente, gritar nuestra filiación, reconocer nuestros rasgos, vemos en el "espejo impecable y diamantino" como la patria que llevamos dentro”, concluye AH.
_________________________________
[1] El cuerno de la abundancia, según la mitología griega era el cuerno de la cabra que había alimentado a Zeus de bebé, él lo arrancó y decidió que quien lo poseyera tuviera toda clase de riquezas.
jueves, 3 de septiembre de 2009
lunes, 31 de agosto de 2009
viernes, 28 de agosto de 2009
Información
Consultarno.
http://impreso.milenio.com/node/8558757
miércoles, 26 de agosto de 2009
Actividad 4 Grecia Clásica
Contestar las siguientes preguntas de acuerdo al video "Grecia. Los mármoles de Elgin del Museo Británico" visto en clase. Consulta otras fuentes.
(Nota: la discusión por equipos se hará durante la clase)
1. Qué acontecimiento en el siglo V a.C. influyó en la formación de la identidad ateniense, logrando así el surgimiento de orgullo de un pueblo?
2. Qué edificación se construyó para representar la grandeza de Atenas en el siglo V a.C. y qué características tenía en aquel entonces entonces?
3. ¿Podría afirmarse que los llamados mármoles de Elgin son narraciones de historias?
4. ¿Qué elementos mítico-religiosos se observan en el Partenón?
5. ¿Qué valores estéticos y éticos de la antigua Grecia perduran hoy en día en nuestra cultura occidental?
Decadencia en Atenas
por Carlos Bautista Rojas
La primera epidemia documentada ocurrió en la Atenas de Pericles, luego de que, en 431 a.C., los atenienses se embarcaron en una guerra fratricida contra Esparta, que se prolongó durante más de un cuarto de siglo y que ensombreció el esplendor del imperio ateniense -entre cuyas aportaciones culturales están el régimen democrático, la arquitectura de la acrópolis, las obras de Sófocles y Eurípides y la filosofía de Sócrates.
Los campesinos que se alojaron en Atenas atestaron las casas de amigos y familiares, y los que no encontraron albergue construyeron barracas a campo raso. Así se prepararon para resistir el tiempo que durara la invasión ateniense. Mientras tanto, los espartanos --encabezados por el rey Arquidamo y sus aliados comenzaron a devastar los alrededores de Atenas. Pericles partió hacia la ciudad de Epidauro, aliada de Esparta en la costa del Peloponeso, mas no contaba con que, unos días después de la llegada de los espartanos al Ática, una epidemia -que, según suponen los investigadores, provino de Etiopía y había pasado por Egipto, Libia y Persia arremetería contra Atenas con una rapidez nunca antes vista en la ciudad, ahora sobrepoblada por el cerco militar.
[ ... ] Casi todos los enfermos tenían accesos de náusea sin vómito, que les producían violentos espasmos [... ] la piel se ponía rojiza y amoratada, y crecían pequeñas pústulas
y úlceras» 1
Con los ejércitos enemigos fuera de la muralla y la epidemia por dentro, Atenas se convirtió en un infierno en el que los más afectados fueron los campesinos que acampaban en
las calles, pues con el calor del verano y la falta de higiene, eran los primeros en morir. Después de su incursión por el Peloponeso, y sin haber logrado tomar Epidauro, Pericles regresó a su patria y encontró Atenas azotada por la peste.
El temor al contagio hizo que los espartanos suspendieran su ofensiva en el 429 a.C. Pero, cuando la epidemia parecía haber aminorado un poco, decidieron regresar; fue un respiro demasiado breve, pues la peste volvió a brotar en el invierno del 427 a.C y duró otro año, hasta que finalmente desapareció. Según Tucídides, murieron 4400 hoplitas -soldados de infantería- de los 15500 que había en el ejército ateniense, y de los mil soldados de caballería murieron 300.
Frustrados y desmoralizados, los atenienses se volvieron contra la autoridad de Pericles e incluso intentaron pactar la paz sin su consentimiento. Esto fue el principio del fin de Atenas; la otrora gloriosa ciudad entró en un periodo de corrupción y mal gobierno, a tal grado que terminó siendo derrotada por los espartanos en el 404 a.C.
Fuente : Revista Algarabía número 58, año VIII
martes, 25 de agosto de 2009
La reflexión y la Identidad
Por Enrique Dussel A.*
En todas las grandes culturas neolíticas, en Egipto, desde los textos de Menfis en el tercer milenio antes de la era común; en la China, desde el tercer milenio de dicha era con el I Chin; en el Indostán, desde el comienzo de la elaboración oral de los Upanishad; en Palestina, desde el siglo VIII adC, con los profetas de Israel; en Grecia, desde la misma época, aproximadamente, y en América, un milenio después, se fueron dando los cánones que organizaban la sabiduría de esos pueblos. Las comunidades urbanas realizaron una labor de síntesis de los principios que fundaban sus determinados modos de vida. Los que se dedicaban a esa labor de ordenar las interpretaciones más profundas de la existencia de esas comunidades altamente desarrolladas se denominaron amantes de la sabiduría (en griego filósofos, en azteca tlamatinime). Eran los que podían dar cuenta de forma ordenada y racionalizada de los diversos modos del saber, es decir, que relacionaban las observaciones astronómicas, descubrimientos matemáticos, etcétera, con las experiencias agrícolas, los saberes medicinales y con los recuerdos de las gestas de los pueblos.
De esta disciplina intelectual (entre los griegos denominada episteme, que podríamos traducir como saber estricto por argumentación) se fueron lentamente desprendiendo todas las hoy llamadas ciencias. La misma matemática era parte de la enseñanza filosófica en la Academia de Platón, en Atenas. La astronomía formaba parte de la física, que era una disciplina filosófica en el Liceo de Aristóteles. La escuela filosófica de Bagdad, desde el siglo IX, se ocupaba igualmente de la matemática, inventó los números arábigos, los logaritmos y la astronomía heliocéntrica, entre otros. Y fue por influencia árabe, por conducto de los traductores de Toledo, que la filosofía con base empírica aristotélica llegó a París en el siglo XIII, punto de partida de todo el desarrollo posterior europeo de las ciencias.
En épocas normales, donde el orden de un sistema civilizatorio funciona todavía adecuadamente, los momentos clásicos de las culturas, la filosofía ordena los saberes y permite crear el tejido intersticial de las ciencias, dando unidad a la cosmovisión correspondiente. Así funcionó durante más de 20 siglos la filosofía confuciana en China, que se ha regenerado con el neoconfucianismo que alienta en el presente el renacer aún económico del Oriente extremo (desde Singapur a Surcorea o China –ya que Mao Tse Tung, aunque marxista era en verdad un lector asiduo de Wang Yang-ming (1472-1529), el fundador del neoconfucianismo. En estos casos la filosofía es el fundamento de la educación del sistema.
Pero en épocas de crisis como la que experimentamos en el presente (no sólo en los países centrales del capitalismo por el colapso del dogmatismo neoliberal y el estancamiento de la producción industrial, sino igualmente por la crisis de los partidos políticos y el sistema representativo en todo el mundo) es necesario repensar todo el andamiaje científico, tecnológico y político, lo que exige tener capacidad crítica y vislumbrar el conjunto del proceso civilizatorio para inventar nuevos supuestos y alternativas. Para ello no bastan las ciencias de mediaciones, de los instrumentos de un sistema, sino las disciplinas que permiten repensar la totalidad de los medios y los fines, de su sentido último, para descubrir las contradicciones que han llevado a la sociedad en su conjunto a callejones sin salida.
Es entonces, en esos momentos límites, que la crítica de la totalidad es imprescindible y la filosofía es la única disciplina racional (que sabe pensar aún el fundamento de las ciencias) que puede encarar esa función crítico-creadora. La geometría desarrolla en un espacio abstracto y vacío sus axiomas y desarrollos posteriores, pero la filosofía puede pensar lo que dicho espacio es, condición que posibilita la geometría. La matemática se ocupa de la cantidad, de los números, pero no puede definir lo que son la cantidad y el número: los usa, pero no puede describir su contenido último. Los sistemas de salud, la medicina, suponen la definición de la enfermedad (que es muy diversa en cada cultura y evoluciona históricamente), pero no pueden tratarla como su objeto, sino que la suponen implícitamente. Y así en todos los sistemas científicos, sociales, políticos o económicos.
La economía de mercado supone la existencia del mercado –concepto que, en primer lugar, introdujo en la argumentación moderna un filósofo: Adam Smith (1723-1790)– y su definición exige la intervención del filósofo. Recuérdese que el mercado fue incluido como un momento de una argumentación ética y fue la propuesta de B. de Mandeville (1670-1733) para solucionar la contradicción de la existencia de vicios privados (como el propio interés) que se transformaban en virtudes públicas (la producción de riqueza social por parte del egoísta).
En toda crisis la práctica de la filosofía integrada a grupos interdisciplinarios es esencial ya que permite pensar los supuestos de un sistema económico, político, pedagógico, etcétera, para crear en cada campo las condiciones innovadoras de alternativas no sospechadas.
Por ello es lamentable que un país en crisis como México elimine de la enseñanza media superior el aprendizaje filosófico, lo que supondría dotar al alumno de recursos teóricos que sólo le permitan repetir lo que se supone que el mercado en crisis requiere y no, principalmente, para descubrir innovaciones creativas en otros aspectos o sistemas inéditos, pero posibles para una mente adiestrada, no en la mera repetición mimética, sino en saber pensar lo inédito. Más que nunca se necesitan espíritus creadores y no meramente repetitivos de caminos trillados que llevan al despeñadero.
Además, la corrupción generalizada de la sociedad, en la economía (¡hasta los banqueros roban!), en la política (los representantes piensan en sus ventajas y no en la de sus representados), en la religión (los sacerdotes son pederastas o corruptores de menores), etcétera, nos habla de la necesidad de que la población pueda meditar en algún momento de su etapa educativa sobre la ética, sobre la responsabilidad del cumplimiento de principios que hagan la vida humana digna de ser vivida. Y es solamente en las clases de ética, impartidas por filósofos en la preparatoria, que se pueden estudiar esas cuestiones cruciales para la existencia humana.
Por todo ello nos parece del todo injustificado, irracional y propio de personas no sensibles a las dificultades que sufre nuestra sociedad, el haber pensado siquiera eliminar las disciplinas filosóficas de la enseñanza media superior. Se formarían profesionales aptos para “apretar botones” de máquinas que no podrían desmontar ni inventar para que fueran las adecuadas para una sociedad más equitativa. Serían autómatas al servicio del mejor postor sin ninguna conciencia crítica, ni creadora ni ética. Lo peor que le puede acontecer a un pueblo es formar a sus profesionistas como simples ejecutores de órdenes venidas de los países hegemónicos, que siempre intentan transferir hacia el centro las riquezas de las neocolonias que se dejan explotar.
Es evidente que esos planes de estudios (la reforma de la enseñanza media superior) han sido ideadas por los países más desarrollados y dominadores, que nos “venden” esos planes como los más avanzados, siendo, en verdad, proyectos que nos “desarman” teóricamente e impiden detectar los mecanismos de la indicada transferencia de riqueza.
Eliminar las disciplinas filosóficas de la enseñanza media superior es traicionar irresponsablemente la posibilidad de tomar conciencia de los fundamentos de la autodeterminación crítica y ética de la tecnología, la economía y la política del país.
* Filósofo
domingo, 23 de agosto de 2009
Actividad 3. Grecia
Los romanos
LAS VIEJAS COSTUMBRES
La religión romana fue primero la religiÓn de la familia y, luego, de su 'extensión, el Estado. La familia estaba consagrada y, por tanto, también el Estado. Las sencillas creencias de las familias y los ritos practicados por ellas se modificaron y ampliaron, en parte por nuevas concepciones debidas a nuevas necesidades, y en parte por el contacto con otras razas y culturas, al unirse las familias para constituir aldeas y, por último, la ciudad de Roma.
Los antropólogos han dado el nombre de "animismo" a la etapa de la religión primitiva en la que se supone que en todas las cosas reside una "fuerza"" un "espíritu" o una "voluntad". Para el romano de los primeros tiempos, el numen, fuerza o voluntad, residía en todas partes o, mejor dicho, se manif~s· taba en todo lugar por medio de una acción. ,Lo úni· co que se sabe de esta fuerza es que es capaz de obrar, pero su manera de actuar es indeterminada. En el reino del espíritu, cuya característica es la acción; el hombre es un intruso. ¿Cómo podrá mitigar el pavor que siente y cómo conseguirá que el numen realice el acto requerido, logrando para sí "la paz de los dioses"?
Lo más urgente es "fijar" esta fuerza vaga de una manera aceptable para ella, limitando O diri· giendo 'Su acción a algún fin vital del hombre. Se pensaba que al dar un nomb.re a su manifestación
LAS VIEJAS, COSTUMBRES
en los fenómenos concretos, se definía lo que era vago, y, por decirlo así, se encauzaba su energía hacia el fin deseado. Y así como las actividades del campesino _y de su familia, ocupados en labrar el campo, en tejer y cocinar y en criar a los hijos, eran ~ muchas, así la acción de esta fuerza se dividía en innumerables poderes nominados, que comunicpban energía a los actos de la vida familiar. Todás las operaciones diversas de la naturaleza y del hombre -la vida multiforme de los campos, las habituales tareas del labrador, el diario trajín de su mujer, la crianza y el cuidado de los hijos- se realizaban en presencia y por la energía de estas vagas potencias transformadas ahora en deidades carente s de forma.
I
Acompañaban al acto de "denominar", es decir, de invocar, oraciones y ofrendas de alimentos, de leche y de vino y, en ocasiones, sacrificios de animales.
El paterfamilias, que era el sacerdote, conoCÍa las palabras y los ritos apropiados. Palabras y ritual que fueron pasando de padres a hijos hasta que se fijaron inmutablemente. La más mínima alteración en la invocación o en la ceremonia podía impedir que el numen interviniera en el acto que el individuo o " la familia se proponía emprender, sobreviniendo en) tonces el fracaso. Los nombres de muchos de estosdioses domésticos han pasado a las lenguas europeas:
Vesta, el espíritu del fuego del hogar; los Penates, preservadores de la despensa; los Lares, guardianes de la casa; pero había otros muchos. Las oraciones eran diarias; la comida, de la familia ullél ceremonia religiosa en la que ofrendaban incienso y libaciOnes. Ciertos festivales se relacionaban con los difuntos, los cuales se consideraban a veces como espíritus hostiles y que había que expulsar, por lo tanto, de la casa . por medio de ritos, otras como espíritus, benévolos que se asociaban íntimamente a todas las fiestas y conmemoraciones de la familia.
Autor: R.H. Borrow
Editor: Fondo de Cultura Económica
ISBN: 968-16-0004-5
Colección: Breviarios no. 38