viernes, 28 de agosto de 2009

Información

Este enlace del diario Milenio on line nos da información precisa sobre las políticas educativa que eliminan la filosofía en los planes de estudio del nivel bachillerato. en México.
Consultarno.
http://impreso.milenio.com/node/8558757

miércoles, 26 de agosto de 2009

Actividad 4 Grecia Clásica



Contestar las siguientes preguntas de acuerdo al video "Grecia. Los mármoles de Elgin del Museo Británico" visto en clase. Consulta otras fuentes.
(Nota: la discusión por equipos se hará durante la clase)

1. Qué acontecimiento en el siglo V a.C. influyó en la formación de la identidad ateniense, logrando así el surgimiento de orgullo de un pueblo?

2. Qué edificación se construyó para representar la grandeza de Atenas en el siglo V a.C. y qué características tenía en aquel entonces entonces?

3. ¿Podría afirmarse que los llamados mármoles de Elgin son narraciones de historias?

4. ¿Qué elementos mítico-religiosos se observan en el Partenón?

5. ¿Qué valores estéticos y éticos de la antigua Grecia perduran hoy en día en nuestra cultura occidental?

6. Actualmente Grecia reclama al Museo Británico los mármoles extraídos del Partenón a principios del siglo XIX por el diplomático Lord Elgin. Gran Bretaña argumenta que los tiene resguardados para evitar su deterioro. Grecia arguye que son parte de un monumento de su patrimonio nacional. ¿Cuál es tu posición?

Decadencia en Atenas

La epidemia de Atenas
por Carlos Bautista Rojas

La primera epidemia documentada ocurrió en la Atenas de Pericles, luego de que, en 431 a.C., los atenienses se embarcaron en una guerra fratricida contra Esparta, que se prolongó durante más de un cuarto de siglo y que ensombreció el esplendor del imperio ateniense -entre cuyas aportaciones culturales están el régimen democrático, la arquitectura de la acrópolis, las obras de Sófocles y Eurípides y la filosofía de Sócrates.
Pericles sabía que era imposible vencer a los espartanos en tierra, pero también que la flota ateniense era invencible. Por ello, decidió que, durante los combates, los campesinos se refugiaran en la ciudad, que estaba rodeada por una muralla de 6.5 kilómetros de largo y 165 metros de ancho: un corredor defensivo que comunicaba Atenas con el puerto de Pireo. De acuerdo con el plan de combate, mientras los ejércitos espartanos ocuparan la despoblada región del Ática, la flota ateniense arrasaría las costas del Peloponeso.

Los campesinos que se alojaron en Atenas atestaron las casas de amigos y familiares, y los que no encontraron albergue construyeron barracas a campo raso. Así se prepararon para resistir el tiempo que durara la invasión ateniense. Mientras tanto, los espartanos --encabezados por el rey Arquidamo­ y sus aliados comenzaron a devastar los alrededores de Atenas. Pericles partió hacia la ciudad de Epidauro, aliada de Esparta en la costa del Peloponeso, mas no contaba con que, unos días después de la llegada de los espartanos al Ática, una epidemia -que, según suponen los investigadores, provino de Etiopía y había pasado por Egipto, Libia y Persia­ arremetería contra Atenas con una rapidez nunca antes vista en la ciudad, ahora sobrepoblada por el cerco militar.

¿CASTIGO DE LOS DIOSES?
En una crónica que durante siglos se consideró un modelo de informe médico, Tucídides (460-395 a.C.) describió a detalle los síntomas de la enfermedad: «Muchas personas comenzaron a sentir que la cabeza les ardía, que sus ojos se inflamaban, que la garganta y la lengua les sangraban; su aliento se volvía desagradable; sufrían estornudos y ronquera; un dolor les atacaba el pecho y sufrían de tos. Después, sentían aquejado el estómago y vomitaban toda clase de humores que hayan recibido nombre en la profesión médica
[ ... ] Casi todos los enfermos tenían accesos de náusea sin vómito, que les producían violentos espasmos [... ] la piel se ponía rojiza y amoratada, y crecían pequeñas pústulas
y úlceras» 1
Según Tucídides, los contagiados morían por la enfermedad al séptimo u octavo día o, pasado ese tiempo, a consecuencia de la debilidad causada por «ulceraciones violentas y por una diarrea incontenible». Quienes sobrevivieron a la epidemia quedaron inmunes, pero no libres de secuelas: la peste afectaba a los órganos genitales; muchos perdieron sensibilidad y movilidad en los dedos de las manos y los pies; algunos quedaron ciegos, y otros sufrieron amnesia temporal. Los de complexión fuerte no estaban en mejores condiciones de soportar la enfermedad, pues exterminaba a todos por igual, incluso a los que eran atendidos y alimentados con el mayor cuidado. Lo que a unos beneficiaba, a otros perjudicaba: no había tratamiento eficaz contra esa peste.
Con los ejércitos enemigos fuera de la muralla y la epidemia por dentro, Atenas se convirtió en un infierno en el que los más afectados fueron los campesinos que acampaban en
las calles, pues con el calor del verano y la falta de higiene, eran los primeros en morir. Después de su incursión por el Peloponeso, y sin haber logrado tomar Epidauro, Pericles regresó a su patria y encontró Atenas azotada por la peste.
El temor al contagio hizo que los espartanos suspendieran su ofensiva en el 429 a.C. Pero, cuando la epidemia parecía haber aminorado un poco, decidieron regresar; fue un respiro demasiado breve, pues la peste volvió a brotar en el invierno del 427 a.C y duró otro año, hasta que finalmente desapareció. Según Tucídides, murieron 4400 hoplitas -soldados de infantería- de los 15500 que había en el ejército ateniense, y de los mil soldados de caballería murieron 300.

LA DEBACLE DE ATENAS
La peste tuvo un desquiciante efecto en la sociedad ateniense. Al principio, corrió el rumor de que los espartanos habían envenenado los depósitos de agua del Pireo, pero como el número de muertos fue mayor en Atenas -supuestamente aislada del enemigo por la muralla-, pronto descartaron esa idea. Al no encontrar causas humanas, se culpó a los dioses y esta idea coincidió con una antigua profecía que advertía que una guerra con el Peloponeso desencadenaría una peste. Para los atenienses, la idea de una intervención divina explicaba por qué los espartanos habían escapado casi indemnes a la peste; pero cuando la epidemia se encontraba en su peor momento, fue obvio que atribuirla a los dioses tampoco les ayudó a librarse de ella. Ante los cadáveres amontonados dentro de la ciudad sitiada, la desesperación se apoderó de la ciudad y sus habitantes se volvieron indiferentes a las reglas de la ley y la religión. Las ceremonias fúnebres fueron pasadas por alto y, en un estado de caos sin precedente, la norma de vida pronto se convirtió en la búsqueda del placer y el desenfreno.
Frustrados y desmoralizados, los atenienses se volvieron contra la autoridad de Pericles e incluso intentaron pactar la paz sin su consentimiento. Esto fue el principio del fin de Atenas; la otrora gloriosa ciudad entró en un periodo de corrupción y mal gobierno, a tal grado que terminó siendo derrotada por los espartanos en el 404 a.C.
1Tucídides, Historia de la guena del Peloponeso, Madrid: Alianza editorial, 1989.


Fuente : Revista Algarabía número 58, año VIII

martes, 25 de agosto de 2009

Actividad 1

Leer el texto de Dussel y opinar

La reflexión y la Identidad

¿Por qué la filosofía?
Por Enrique Dussel A.*

En todas las grandes culturas neolíticas, en Egipto, desde los textos de Menfis en el tercer milenio antes de la era común; en la China, desde el tercer milenio de dicha era con el I Chin; en el Indostán, desde el comienzo de la elaboración oral de los Upanishad; en Palestina, desde el siglo VIII adC, con los profetas de Israel; en Grecia, desde la misma época, aproximadamente, y en América, un milenio después, se fueron dando los cánones que organizaban la sabiduría de esos pueblos. Las comunidades urbanas realizaron una labor de síntesis de los principios que fundaban sus determinados modos de vida. Los que se dedicaban a esa labor de ordenar las interpretaciones más profundas de la existencia de esas comunidades altamente desarrolladas se denominaron amantes de la sabiduría (en griego filósofos, en azteca tlamatinime). Eran los que podían dar cuenta de forma ordenada y racionalizada de los diversos modos del saber, es decir, que relacionaban las observaciones astronómicas, descubrimientos matemáticos, etcétera, con las experiencias agrícolas, los saberes medicinales y con los recuerdos de las gestas de los pueblos.

De esta disciplina intelectual (entre los griegos denominada episteme, que podríamos traducir como saber estricto por argumentación) se fueron lentamente desprendiendo todas las hoy llamadas ciencias. La misma matemática era parte de la enseñanza filosófica en la Academia de Platón, en Atenas. La astronomía formaba parte de la física, que era una disciplina filosófica en el Liceo de Aristóteles. La escuela filosófica de Bagdad, desde el siglo IX, se ocupaba igualmente de la matemática, inventó los números arábigos, los logaritmos y la astronomía heliocéntrica, entre otros. Y fue por influencia árabe, por conducto de los traductores de Toledo, que la filosofía con base empírica aristotélica llegó a París en el siglo XIII, punto de partida de todo el desarrollo posterior europeo de las ciencias.

En épocas normales, donde el orden de un sistema civilizatorio funciona todavía adecuadamente, los momentos clásicos de las culturas, la filosofía ordena los saberes y permite crear el tejido intersticial de las ciencias, dando unidad a la cosmovisión correspondiente. Así funcionó durante más de 20 siglos la filosofía confuciana en China, que se ha regenerado con el neoconfucianismo que alienta en el presente el renacer aún económico del Oriente extremo (desde Singapur a Surcorea o China –ya que Mao Tse Tung, aunque marxista era en verdad un lector asiduo de Wang Yang-ming (1472-1529), el fundador del neoconfucianismo. En estos casos la filosofía es el fundamento de la educación del sistema.

Pero en épocas de crisis como la que experimentamos en el presente (no sólo en los países centrales del capitalismo por el colapso del dogmatismo neoliberal y el estancamiento de la producción industrial, sino igualmente por la crisis de los partidos políticos y el sistema representativo en todo el mundo) es necesario repensar todo el andamiaje científico, tecnológico y político, lo que exige tener capacidad crítica y vislumbrar el conjunto del proceso civilizatorio para inventar nuevos supuestos y alternativas. Para ello no bastan las ciencias de mediaciones, de los instrumentos de un sistema, sino las disciplinas que permiten repensar la totalidad de los medios y los fines, de su sentido último, para descubrir las contradicciones que han llevado a la sociedad en su conjunto a callejones sin salida.

Es entonces, en esos momentos límites, que la crítica de la totalidad es imprescindible y la filosofía es la única disciplina racional (que sabe pensar aún el fundamento de las ciencias) que puede encarar esa función crítico-creadora. La geometría desarrolla en un espacio abstracto y vacío sus axiomas y desarrollos posteriores, pero la filosofía puede pensar lo que dicho espacio es, condición que posibilita la geometría. La matemática se ocupa de la cantidad, de los números, pero no puede definir lo que son la cantidad y el número: los usa, pero no puede describir su contenido último. Los sistemas de salud, la medicina, suponen la definición de la enfermedad (que es muy diversa en cada cultura y evoluciona históricamente), pero no pueden tratarla como su objeto, sino que la suponen implícitamente. Y así en todos los sistemas científicos, sociales, políticos o económicos.

La economía de mercado supone la existencia del mercado –concepto que, en primer lugar, introdujo en la argumentación moderna un filósofo: Adam Smith (1723-1790)– y su definición exige la intervención del filósofo. Recuérdese que el mercado fue incluido como un momento de una argumentación ética y fue la propuesta de B. de Mandeville (1670-1733) para solucionar la contradicción de la existencia de vicios privados (como el propio interés) que se transformaban en virtudes públicas (la producción de riqueza social por parte del egoísta).

En toda crisis la práctica de la filosofía integrada a grupos interdisciplinarios es esencial ya que permite pensar los supuestos de un sistema económico, político, pedagógico, etcétera, para crear en cada campo las condiciones innovadoras de alternativas no sospechadas.
Por ello es lamentable que un país en crisis como México elimine de la enseñanza media superior el aprendizaje filosófico, lo que supondría dotar al alumno de recursos teóricos que sólo le permitan repetir lo que se supone que el mercado en crisis requiere y no, principalmente, para descubrir innovaciones creativas en otros aspectos o sistemas inéditos, pero posibles para una mente adiestrada, no en la mera repetición mimética, sino en saber pensar lo inédito. Más que nunca se necesitan espíritus creadores y no meramente repetitivos de caminos trillados que llevan al despeñadero.

Además, la corrupción generalizada de la sociedad, en la economía (¡hasta los banqueros roban!), en la política (los representantes piensan en sus ventajas y no en la de sus representados), en la religión (los sacerdotes son pederastas o corruptores de menores), etcétera, nos habla de la necesidad de que la población pueda meditar en algún momento de su etapa educativa sobre la ética, sobre la responsabilidad del cumplimiento de principios que hagan la vida humana digna de ser vivida. Y es solamente en las clases de ética, impartidas por filósofos en la preparatoria, que se pueden estudiar esas cuestiones cruciales para la existencia humana.

Por todo ello nos parece del todo injustificado, irracional y propio de personas no sensibles a las dificultades que sufre nuestra sociedad, el haber pensado siquiera eliminar las disciplinas filosóficas de la enseñanza media superior. Se formarían profesionales aptos para “apretar botones” de máquinas que no podrían desmontar ni inventar para que fueran las adecuadas para una sociedad más equitativa. Serían autómatas al servicio del mejor postor sin ninguna conciencia crítica, ni creadora ni ética. Lo peor que le puede acontecer a un pueblo es formar a sus profesionistas como simples ejecutores de órdenes venidas de los países hegemónicos, que siempre intentan transferir hacia el centro las riquezas de las neocolonias que se dejan explotar.
Es evidente que esos planes de estudios (la reforma de la enseñanza media superior) han sido ideadas por los países más desarrollados y dominadores, que nos “venden” esos planes como los más avanzados, siendo, en verdad, proyectos que nos “desarman” teóricamente e impiden detectar los mecanismos de la indicada transferencia de riqueza.

Eliminar las disciplinas filosóficas de la enseñanza media superior es traicionar irresponsablemente la posibilidad de tomar conciencia de los fundamentos de la autodeterminación crítica y ética de la tecnología, la economía y la política del país.

* Filósofo

domingo, 23 de agosto de 2009

Actividad 3. Grecia

Del cuadro quee sta ene sta entrada, elige alguno de los puntos o temas marcados. Desarrolla una sintesis y tu punto de vista.

Los romanos


LAS VIEJAS COSTUMBRES
"Lo que distingue al Estado romano y lo que le coloca sobre todos los otros es su actitud hacia los dioses. ~e parece que lo que constituye un reproche para otras comunidades es precisamente lo que mantiene consolidado -al Estado romano -me refiero a su re­verente temor a los dioses", y emplea las mismas palabras de San Pablo en la Colina de Marte en Ate­nas. Polibio no llegó a ver el día en que, cuando los bárbaros invadieron el Imperio Romano, la idea de la grandeza y la eternidad de Roma fue a su vez la que mantuvo la creencia en los, dioses".

La religión romana fue primero la religiÓn de la familia y, luego, de su 'extensión, el Estado. La fami­lia estaba consagrada y, por tanto, también el Estado. Las sencillas creencias de las familias y los ritos practicados por ellas se modificaron y ampliaron, en parte por nuevas concepciones debidas a nuevas ne­cesidades, y en parte por el contacto con otras razas y culturas, al unirse las familias para constituir al­deas y, por último, la ciudad de Roma.

Los antropólogos han dado el nombre de "animis­mo" a la etapa de la religión primitiva en la que se supone que en todas las cosas reside una "fuerza"" un "espíritu" o una "voluntad". Para el romano de los primeros tiempos, el numen, fuerza o voluntad, residía en todas partes o, mejor dicho, se manif~s· taba en todo lugar por medio de una acción. ,Lo úni· co que se sabe de esta fuerza es que es capaz de obrar, pero su manera de actuar es indeterminada. En el reino del espíritu, cuya característica es la acción; el hombre es un intruso. ¿Cómo podrá mi­tigar el pavor que siente y cómo conseguirá que el numen realice el acto requerido, logrando para sí "la paz de los dioses"?

Lo más urgente es "fijar" esta fuerza vaga de una manera aceptable para ella, limitando O diri· giendo 'Su acción a algún fin vital del hombre. Se pensaba que al dar un nomb.re a su manifestación

LAS VIEJAS, COSTUMBRES

en los fenómenos concretos, se definía lo que era vago, y, por decirlo así, se encauzaba su energía hacia el fin deseado. Y así como las actividades del campesino _y de su familia, ocupados en labrar el campo, en tejer y cocinar y en criar a los hijos, eran ~ muchas, así la acción de esta fuerza se dividía en innumerables poderes nominados, que comunicpban energía a los actos de la vida familiar. Todás las operaciones diversas de la naturaleza y del hombre -la vida multiforme de los campos, las habituales tareas del labrador, el diario trajín de su mujer, la crianza y el cuidado de los hijos- se realizaban en presencia y por la energía de estas vagas potencias transformadas ahora en deidades carente s de forma.
I
Acompañaban al acto de "denominar", es decir, de invocar, oraciones y ofrendas de alimentos, de le­che y de vino y, en ocasiones, sacrificios de animales.
El paterfamilias, que era el sacerdote, conoCÍa las palabras y los ritos apropiados. Palabras y ritual que fueron pasando de padres a hijos hasta que se fijaron inmutablemente. La más mínima alteración en la invocación o en la ceremonia podía impedir que el numen interviniera en el acto que el individuo o " la familia se proponía emprender, sobreviniendo en­) tonces el fracaso. Los nombres de muchos de estos­dioses domésticos han pasado a las lenguas europeas:
Vesta, el espíritu del fuego del hogar; los Penates, preservadores de la despensa; los Lares, guardianes de la casa; pero había otros muchos. Las oraciones eran diarias; la comida, de la familia ullél ceremonia religiosa en la que ofrendaban incienso y libaciOnes. Ciertos festivales se relacionaban con los difuntos, los cuales se consideraban a veces como espíritus hosti­les y que había que expulsar, por lo tanto, de la casa . por medio de ritos, otras como espíritus, benévolos que se asociaban íntimamente a todas las fiestas y conmemoraciones de la familia.
Ficha técnica
Título: Los Romanos
Autor: R.H. Borrow
Editor: Fondo de Cultura Económica
ISBN: 968-16-0004-5
Colección: Breviarios no. 38
Año: 1986
Páginas: 221 (p.16)

La Eneida. Un cuento

DESDE TROYA HASTA ROMA
Por Marien Espinosa Garay

Cuando la hermosa fenicia Dido, reina de Cartago, se enteró de la llegada de unos forasteros a sus playas se llenó de temor. Sin embargo, pronto supo que aquellos náufragos eran en realidad los troyanos sobrevivientes del terrible incendio de lIión. Entonces descubre que el héroe Eneas, hijo de la diosa Afrodita, se encuentra entre ellos, y encendida de curiosidad decide invitarlos a cenar en su palacio. Una vez que han terminado los manjares, solicita al jefe de los teucros, que así se llamaba también a los troyanos, le cuente los pormenores de la caída de la gran ciudad. De esta manera, Eneas relata la tragedia entre suspiros de dolor.

Refiere que Laocoonte, un astuto compatriota, indignado ante el poderoso caballo de madera que había sido apostado por los griegos a las puertas de la ciudad, lanzó advertencias a sus paisanos, previniéndolos de introducir aquella máquina terrible a la plaza. Alegaba que seguramente era una trampa, y hasta golpeó con su lanza varias veces al monstruoso animal. Pero desafortunadamente el dios Poseidón estaba a favor de los griegos y en contra de Troya, por lo que mandó dos enormes serpientes que salieron del mar hasta la playa, y éstas maltrataron al asustado Laocoonte y a sus hijos, Entonces todos creyeron que debían obedecer sin chistar la voluntad de los dioses.

Por lo tanto, los troyanos rompieron una sección de la muralla para dar acceso al tremendo caballo. Esa noche, mientras los griegos salían del vientre del animal para abrir las puertas a sus ejérci.tos, Eneas contempla en sueños la imagen del gran Héctor, quien le aconseja huir de la ciudad para salvar a la raza dardania. Sin embargo, en las calles el combate ha comenzado, aunque todo esfuerzo es inútil. El relato de la destrucción de la gran lIión es estremecedor.

Después de luchar sin resultado, Eneas logra hacerse a la mar, salvando a su padre y a su hijo, así como a un grupo de fieles servidores. Y después de varias aventuras, el dios Apolo le manifestó que, a pesar de los contratiempos, estaba destinado a fundar un magnífico imperio llamado Italia. Además le aseguró que sería padre de una gran raza, la latina. Pero el iracundo dios de los mares, Poseidón, desató una furiosa tormenta al paso de las naves troyanas, por lo que la flota encalló en las playas de Cartago. Con esto termina su relato el paladín Eneas, manifestando también que en esos momentos se encontraba triste, pues su padre Anquises había muerto, incapaz de soportar por su avanzada edad tantas peripecias.

Muy a su pesar, pues se conservaba fiel al recuerdo de su difunto marido, la reina Elisa, que así también se llamaba Dido, comienza a sentirse enamorada del valiente Eneas. Se abstrae en sus fantasías, imaginando que ambos podrían hallar compañía en su mutua viudez. Confía a su hermana estos asuntos, y ella le anima a casarse con el troyano.

Pero la reina está tan enamorada que se olvida de gobernar. Sus enemigos, y hasta sus amigos murmuran que ha perdido el juicio. Los antiguos pretendientes que habían sido rechazados se sienten ofendidos. Por su lado, Eneas ha descuidado a sus ejércitos, pues los soldados troyanos se dedican a la haraganería y al chisme. Entonces el dios Zeus, indignado, manda al mensajero dios Hermes para recordar al olvidadizo Eneas que debe llegar a la península itálica a fundar un gran imperio, por lo que es necesario abandonar la tierra de Cartago y olvidarse de la enamorada reina.

Eneas no se atreve a despedirse de Elisa, por lo que manda a preparar las naves para zarpar al amanecer. Ella observa el súbito movimiento de los ejércitos troyanos y cómo los barcos son arrastrados de las arenas y lanzados a las aguas. Entonces se enfrenta a Eneas. Éste alega que no es su voluntad abandonarla, sino el mandato de Zeus. y sin conmoverse por el dolor de la reina, Eneas aborda las naves y se hace a la mar. La reina Dido muere de amor.

Eneas prosigue su viaje. Triste y confundido, decide descender al reino de los muertos para hablar con su padre. Allá en lo profundo del Hades, Anquises le muestra las almas por nacer, y le presenta aquellos reyes que nacerán de Ascanio, el pequeño hijo del héroe. También asegura que llegarán a convertirse en padres de un Imperio como no ha habido otro igual.

Cuando al fin desembarcan en Italia conocen al rey Latino, a quien las antiguas profecías le habían vaticinado que llegaría del mar un príncipe quien, casado con su hija Lavinia, sería tronco de una gran raza. Pero la esposa del rey Latino no mira con buenos ojos al aguerrido troyano, sino que prefiere al antiguo pretendiente de su hija, llamado Turno. Y enloquecida, la reina huye a los bosques, llevando a la joven Lavinia para impedir las bodas que ordena el rey. Enojado, el soberano se encierra en sus habitaciones. Entonces el pretendiente desdeñado Turno reúne un gran contingente de amigos guerreros para enfrentar a Eneas y su ejército.

La diosa Hera, ahora llamada Juno por los romanos, odia a' los troyanos desde que perdiera aquel ya tan pretérito concurso de belleza ante Paris Alejandro, por lo que ayuda a Turno. Al troyano, por su parte, le ayuda su madre Afrodita, también llamada Venus, quien le regala una hermosa armadura realizada nada menos que por el dios Vulcano. En los dibujos del escudo están representadas todas las historias y leyendas de la consolidación del Imperio Romano.

Los combates entre Turno y Eneas son largos y terribles, pero en el Olimpo Júpiter, que así llamaban a Zeus los romanos, le exige a su esposa que deje de auxiliar a Turno, pues el vencedor debe ser Eneas. Juno acepta, pero pone como condición que, aunque ambas razas se fundan, los descendientes sean llamados latinos, y que en Roma se levantará una gran ciudad, cuna de un Imperio sin paralelo en la historia.

Turno y Eneas se enfrentan en singular combate, y el héroe troyano resulta vencedor. Ante la derrota, Turno reconoce su fracaso y accede a que su enemigo despose a Lavinia. Y seguramente que el poeta Virgilio nos hubiera brindado un maravilloso recuento de las bodas del héroe, de no ser porque aunque ya llevaba once años de trabajo, el autor murió sin terminar de escribir esta obra. Es más, pidió que el manuscrito fuera quemado. Afortunadamente el emperador Julio César Augusto no lo quemó, sino que, reconociendo una obra inmortal, lo mandó copiar y publicar como un tesoro para las siguientes generaciones. Con este relato termina el ciclo de narraciones que son parte fundamental de la literatura occidental, y que ha inspirado a artistas y escritores de todos los tiempos para realizar obras inmortales

Identidad Personal




El derecho a la tristeza
Por Esther Charabati

Ningún estado de ánimo convoca tanta oposición como la tristeza. Apenas borramos la sonrisa y la gente se siente con derecho a intervenir en nuestras vidas. «¿Qué te pasa?»; «¡Ya cambia la cara!»; «Parece que vienes de un entierro». A nadie le gusta presenciar la tristeza porque es contagiosa. Porque hace pensar en los miles de motivos que existen para estar triste. Porque ver el dolor, duele. Sin embargo, alguna vez estuvo de moda, de la mano de la melancolía; recordemos el famoso spleen de Baudelaire y el taeduim vitae de los griegos. El romanticismo y la tristeza eran buenos compañeros, porque surgían de lo más profundo del ser humano. En cambio, la alegría parecía superficial, tonta, popular. Cualquier hijo de vecino podía estar alegre y reír todo el día. Era vulgar.
Hoy las cosas son diferentes. El signo del siglo es la alegría, el entusiasmo, las ganas de vivir. Las sonrisas acechan desde los maniquíes, los anuncios espectaculares, los comerciales. Están en boca de todos los edecanes, los vendedores, las recepcionistas. Todos queremos que nos atiendan con una sonrisa en la boca. Que hagan como si no tuvieran problemas, como si estuvieran eternamente enamorados, como si les alcanzara el sueldo, como si la vida fuera fácil.
Y sin embargo… existen motivos de tristeza, de melancolía o de añoranza, y no siempre queremos reprimirlos o disfrazarlos. A veces queremos vivirlos hasta el fondo, agotarlos. Ahora lo llaman depresión. De acuerdo: Queremos deprimirnos porque tenemos buenos motivos para ello, estamos decididos a sufrir porque nuestra pena lo amerita. Aunque los demás no quieran verlo. Aunque hagan todo lo posible por alegrarnos. No nos queremos alegrar, porque estamos viviendo una pérdida o una decepción, o simplemente caímos en un bache y necesitamos tiempo y energía para salir de ahí.
¿Quién dijo que los seres humanos tenemos vocación de castañuelas? «Sonríe y el mundo estará contigo», nos dicen los fans de Dale Carnegie que llevan décadas promocionando la sonrisa como sinónimo de fe y de esperanza, una sonrisa idiota que se utiliza como contraseña para ser aceptados entre los vivos.
Pero hay días en que el mundo no está con nosotros, por lo menos no como quisiéramos. Días en que el dolor duele tanto que no podemos ubicarlo en ningún lado para extirparlo de raíz. En que queremos dormir para ver si la pena se desvanece, o se confunde con los sueños. A ver si cuando despertemos la tristeza ya se fue. O lloramos, para que el dolor se vaya deshaciendo, para erosionar el sufrimiento con nuestras lágrimas, para sacarlo todo. Otras veces hablamos y hablamos sin parar, torturando a quien nos escucha con la misma historia mil veces contada, con todos los matices y todos los detalles. Y si no podemos dormir, ni llorar, ni hablar, entonces nos endurecemos y nos callamos. Y la tristeza sale a través de gritos, de agresiones pasivas, de desconfianza, de mezquindades. Sale como un huracán o como una llovizna. Arrasándolo todo o desgastándolo… y poco a poco va dando paso a la paz, a la alegría, a la reconciliación con la vida.

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ESTHER CHARABATI, estudió filosofía, derechos humanos y pedagogía. Es columnista del periódico El Mañana (Nuevo Laredo) y autora de libros de texto. Se ha ocupado especialmente de la educación de valores, impartiendo talleres sobre tolerancia y no violencia.

sábado, 15 de agosto de 2009

Presentación

Este blog lo he creado para contar con un espacio donde pueda encontrar a través de la lectura análisis y reflexión de distintos temas que tengan que ver con los símbolos el porqué me interesa este campo del conocimiento; qué hay de atractivo en la escencia de la representación del mundo ínterno y externo que me atrae considerablemente. Ojalá que pueda andentrarme en este terreno con disciplina, buen tino para escoger los artículos a comentar y una intuición que develen mi interior en constante conflicto entre lo que soy, lo que quiero ser y lo que espera la sociedad que sea.
Si alguien en el ciberespacio llegara a encontrarme casualmente, será bienvenido a este espacio virtual de reflexión sobre el universo simbólico.